Indudablemente que la madre es un ser tan querido que raya en la inmensidad de tal manera que cuando estamos ausentes de ella, la recordamos siempre con extremo amor materno.
Actualmente en la población mundial, las mujeres son más que los hombres y consecuencialmente son las que a través de la maternidad traen el otro porcentaje.
Conviene saber que las primeras celebraciones del “Día de las Madres” se remontan a la Antigua Grecia donde se rendían honores a Rea, madre de los dioses Zeus, Poseidón y Hedos, cuya efeméride fue transferida a los romanos para lo cual dedicaban el 15 de mayo.
Los católicos transforman esta conmemoración en honor a la Virgen María publicada el 08 de diciembre para su celebración porque en esa fecha los cristianos-católicos recordamos el día de la Inmaculada Concepción.
En el siglo XVI Inglaterra fijó un domingo como el “Día de las Madres” y los niños asistían a misa y regresaban a sus hogares con regalos para sus progenitoras.
En 1873 en Estados Unidos se conmemora este día en 18 ciudades estadounidenses y aunque Boston lo festeja durante una década más, su exaltación se fue apagando, pero actualmente el segundo domingo de mayo en toda la Geografía de Estados Unidos se celebra el “Día de las Madres” porque en 1914 el presidente Wilson lo declaró oficialmente, su actitud encontró eco y muchos países lo celebran ese domingo.
A principios del siglo XX en muchos países figura el último domingo de mayo para este amoroso festejo, lo que influye en el caso dominicano para fijar el “Día de las Madres” este mismo domingo como el día oficial de Las Madres.
Vale destacar que la celebración en este domingo se inició después de la desocupación de las tropas norteamericanas en 1926.
A la distinguida dama Doña Trina Moya de Vásquez, esposa del Presidente Vásquez, y la educadora Ercilia Pepín, les tocó ser las primeras en recordar esta festividad, adornando con claveles rojos para las madres vivas y claveles o flores blancas para las madres fallecidas que se depositaban en las tumbas donde disfrutaban de la paz de los sepulcros.
Los vicios que tanto afectan la familia y la introducción de comportamientos que como consecuencia de las extrañas doctrinas políticas que nos afectan, la situación ha cambiado considerablemente y ese día de las madres se ha convertido en afecto más comercial que amoroso.
En nuestro hogar nos inculcaron el amor y el respeto para nuestros abuelos, padres y los envejecientes de la comunidad y cuando recibimos un castigo en la escuela lo ocultábamos porque nuestros padres nos aplicaban un castigo mayor y cuando salíamos de noche estábamos atentos a las agujas del reloj, porque a las nueve de la noche debíamos irnos al hogar a acostarnos y descansar para la tarea escolar o laboral del día siguiente.
Recuerdo en mis años mozos que en la Escuela era mandatorio esta festividad y que además de abrazar, besar y entregarle flores, les cantaban con amor y gratitud el himno que escribió en 1926 Doña Trina Moya de Vásquez, que dice así:
“Venid los moradores del campo y la ciudad
Entonemos un himno de inmenso amor filial
Cantemos a las madres su ternura y su afán y su noble
Atributo de abnegación sin par.
Celebremos todos la fiesta mas bella, la que más
Conmueve nuestro corazón, fiesta meritoria
Que honramos con ella a todas las madres de la creación.
Mis tres insuperables madres
I.- Juana García Vda. Almánzar, quien fuera mi madre biológica, a diferencia de nuestro padre Ramón Almánzar, quien murió a los 46 años, ella falleció a los 93 años de edad.
II.- María del Carmen Guzmán Vda. de León, madre de mi esposa Esperanza, quien al llegar en 1957 a Jarabacoa se convirtió en una especie de madre sustituta, pues me prodigó el mismo amor y cariño que mi madre biológica y la que me permitió seguir disfrutando del sazón y la misma comida que me preparaba mi madre.
III.- María Esperanza de León de Almánzar, mi esposa y única Esperanza durante los casi 60 años de nuestra feliz unión matrimonial; quien me ha acompañado en mis penas, alegrías y enfermedades, tanto como esposa insustituible que como madre ejemplar, es por ello que en este día inolvidable sus hijas María de Jesús e Iris Mercedes, nietos y nietas Jorge Nicolás, Inés María, María Nicole, Erik de Jesús, Erica María, Bianka María y nuestra única biznieta María del Mar, con mi patrocinio, le demostramos el amor y cariño que ella merece en este día tan importante dedicado a las madres dominicanas, recordando con un clavel rojo a las que aún viven y con una rosa blanca a las que han sido llamadas a disfrutar de la Gloria Celestial.
¡Veneremos nuestras madres vivas y oremos por nuestras madres fallecidas!