Como harto es sabido, la repetición de ítemes epistémicos constituye un principio constante de cognición. Así, resulta muy válido traer a colación que desde la tradición cultural grecorromana el mundo occidental ha recibido la filosofía como invención de la humanidad para teorizar sobre problemas fundamentales del universo, pero también el derecho provino de semejante raíz genealógica con el objetivo de ser la formalidad jurídica de la sociedad, donde los entes dotados de razón han de interaccionar en relativa convivencia pacificada.
De por sí, la categorización jurídica de la filosofía puede derivarse de la motivación intrínseca de todo ente dotado de razón, tras mostrar asombro, inquietud, curiosidad e inusitado interés por interrelacionarse con la realidad circundante, anejo a la condición connatural que le impele hacia el aprendizaje, pero además el legislador constituyente, convencional u ordinario, ha instituido la educación con rango de derecho sustantivo.
Desde el hecho hacia la derechura, la declaración parisina sobre filosofía, emitida en 1995, dejó instituído que toda persona ha de tener derecho a estudiar semejante contenido epistémico, por cuya razón la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (Unesco) preconizó la pertinencia de incluir esta asignatura en el currículo académico de cada año lectivo, o bien reintroducir los ítemes de tal disciplina didáctica en el programa de escolarización básica, media y superior.
En las postrimerías del siglo ochocentista, cuando Eugenio María de Hostos puso a germinar el proyecto educativo en pro de la preparación formativa de los normalistas, en cuyo diseño pedagógico fue incluida la filosofía como asignatura indeficiente para lograr que el profesor antes de enseñar tuviere que aprender a pensar, ya que sin conocimiento de causa el maestro vendría a estar frente a la imposibilidad categórica de salir airoso.
Desde 1995 en adelante, cuando surgió la declaración acerca de la materia didáctica en comento, la Unesco ha venido realizando ingentes esfuerzos reivindicatorios sobre el derecho de la gente a tener educación filosófica, tras observar que se trata de una disciplina académica que coadyuva a la interpretación y solución pertinente en torno a los problemas propios de la humanidad en su vertiente social, política, económica y de otras situaciones circundantes, a través del incesante desarrollo del pensamiento crítico y del método de la problematización socrática que consiste en formular preguntas de hondo calado, requirentes de respuestas radicales para el bienestar humano.
En efecto, la Unesco publicó la estrategia intersectorial sobre filosofía, lo cual ocurrió en fecha 28 de febrero de 2005, línea de acción implicatoria de la puesta en marcha de la enseñanza de esta materia didáctica en la región latinoamericana y caribeña, docencia que habría de cobrar centralidad temática, a fin de superar la transversalidad educativa de antaño y hogaño, tras considerarse que se trata de un aprendizaje vital para el fomento del pensamiento crítico.
En el lar nativo, como punto central de la órbita caribeña, la escuela hostosiana fue desarticulada durante la dictadura trujillista. Esto así, porque a dicho régimen de facto no le convenía que la gente fomentare pensamiento crítico, espíritu de libertad y autonomía, de suerte que la enseñanza de la filosofía fuere una farsa para mantener el estado de cosas en semejante tiranía.
Desde finales del siglo novecentista, contrario a la discursiva platónica de que los filósofos debían gobernar, resulta entonces que el mando de la república ha estado bajo el dominio de los tecnócratas, partidarios del pensamiento técnico, tras calificar la filosofía como conocimiento inservible, desprovisto de utilidad operativa para la producción instantánea de bienes consumibles, debido a la organización ingenieril de la sociedad posmoderna, donde el mercado ha sido idealizado con halo divino.
A fin de cuentas, aunque se trate de una utopía, cabe insistir para que la filosofía quede incluida en el currículo de escolarización básica, media y universitaria, según la desiderata de Unesco, manifestada desde 1995 en adelante, cuyo propósito gira en torno a dicho objetivo programático, por cuanto así la población mundial, regional y local tendrá garantizado el derecho a la merecida educación filosófica, toda vez que cada ente integrante de la humanidad, máxime si concierne a la tradición cultural de occidente, ha de recibir semejante enseñanza en pos de ganar en el discente pensamiento crítico, competencia axiológica y sensibilidad histórica, hasta lograr circularidad total y entonces recomenzar.