En el libro escrito por Jonathan Reckford, el presidente ejecutivo de Hábitat para la Humanidad, habla del concepto de las tres casas. El libro, del cual hablaré en otro artículo, trata de la historia de Hábitat, el motivo de su fundación y cómo le tomó veinte y siete años construir las primeras cien mil viviendas y en la actualidad se construyen 2.5 millones al año y pronto debe ser una meta muchísimo más ambiciosa para poder contribuir a reducir el enorme déficit de viviendas a nivel mundial.
Pero en esta oportunidad sólo trataré el concepto de las tres casas. Construir viviendas podría parecer ser la única misión, lo importante es cómo esto impacta no sólo en la vida familiar sino en las comunidades y es de ahí que se desprende la idea de las tres casas.
La primera de las casas es cómo Hábitat ha impactado en las comunidades locales, proveyendo servicios a las personas que desesperadamente necesitan un sitio decente donde vivir, de forma responsable con el ambiente y las características de la comunidad.
La idea de la segunda casa es cómo incide en el sector, aprovechando las experiencias más allá de lo que individualmente podríamos hacer en una vivienda, trabajar en sociedad con la comunidad, organizaciones de la sociedad civil y las alianzas público-privadas.
La tercera, es crear un impacto más allá de las comunidades intervenidas. Es un modelo de conducta, es no sólo construir viviendas sino un ejemplo de cómo debe convertirse en un influenciador de largo plazo para convertir construcciones de viviendas en un modelo de cómo debe comportarse una sociedad.
He leído el libro dos veces. No sólo por lo fácil de leer sino por lo aleccionador del mismo. No es sólo el éxito de una organización sin fines de lucro, con una profunda fe cristiana y miles de voluntarios. Es más, un estilo de vida, un modelo de cómo debe ser una sociedad en valores.
Al leerlo llegué a la conclusión de que no sólo aplica a la construcción de viviendas y el impacto que sin dudas tienen las mismas en el futuro de nuestros hijos.
Es un modelo de cómo debe organizarse una sociedad, un gobierno, los ciudadanos, los políticos, los empresarios, los profesionales.
Lo releí en un avión, precisamente de regreso de la reunión la Junta de Hábitat Internacional en Atlanta. Muchos de los colegas de la junta me preguntaban: ¿Qué pasaba en nuestro país por las noticias que de mala fe publicaban medios que distorsionan la realidad del país para afectar nuestro turismo?
Pero más que pensar en los problemas de un sector mis preocupaciones iban más allá. ¿Cuál es el rumbo que realmente llevamos? No es, si somos más seguros o no que otros países; que por cierto, muchos son los que exhiben índices de violencia mayor que el nuestro.
Es el descontento que leo en las redes de nuestros jóvenes que observan lo difícil de conseguir un trabajo. Lo fácil que le resulta algunos hacer dinero si tener que justificar su procedencia. El crecimiento del narcotráfico.
La violencia entre los políticos que debían ser parte de las tres casas de Hábitat, impactando comunidades, proveyendo servicios, trasladando experiencias positivas y finalmente y no menos importante, siendo modelos de cómo comportarnos en una sociedad.
Los últimos días han sido modelo de todo lo contrario. Desde enfrentamientos en un lugar sagrado como el Congreso de la República, hasta declaraciones de diputados, donde sin ningún reparo dice que todo es posible.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Nos falta todavía mucho más por ver? El Congreso se ha convertido en un campo de batalla, los insultos de un lado y otro son el pan de cada día. ¿Es así que pensamos desarrollar una ciudadanía responsable? ¿Cómo reprender los alumnos en una escuela que se enfrentan y destrozan el mobiliario, si desde uno de los poderes del estado se lanzan todo tipo de improperios y terminan siendo exactamente iguales a los alumnos y si no rompen el mobiliario es porque está fijo al piso?
Al oír ayer la lectura de Gálatas 5 pensé tanto en mi país. “Pero si ustedes se están mordiendo y devorando mutuamente, tengan cuidado porque terminarán destruyéndose los unos a los otros. Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, así no serán arrastrados por los deseos de la carne”.
Estamos a tiempo de buscar soluciones, de llegar a acuerdos que sean para beneficio para todos, que pongamos por delante el interés común y seamos los constructores de las tres casas: impactar positivamente en las comunidades; aprovechar experiencias positivas y por último, el modelo de conducta para influir adecuadamente a las generaciones presentes y futuras.