El cambio climático no es broma. Cada vez más somos testigos de desastres naturales que nos ponen los pelos de punta y las manos en la cabeza para pedir de una u otra forma al Dios Todopoderoso que nos ampare.
Valencia, una ciudad española, muy conocida y visitada por turistas de todo el mundo ha sido devastada por uno de los peores eventos de la naturaleza que hayan tenido en muchos años sembrando luto y pesar a millares de personas.
Ver las escenas de dolor de los habitantes de las localidades que más sufrieron los embates y golpes de agua y la desolación nos rompió el alma. Muchas familias perdieron a sus seres queridos entre las enfurecidas corrientes de agua, que arrastraron todo a su paso.
El fenómeno llamado por los europeos DANA – Depresión Aislada en Niveles Altos- dejó una estela de destrucción y muerte. Las personas no sabían que las lluvias iban a ser tan intensas y peligrosas y prácticamente les tomó desprevenidos.
Hasta el viernes pasado, los muertos sumaban 158, decenas de desaparecidos y un panorama desgarrador en las comunidades de Valencia y Albacete, las más afectadas por los aguaceros y vientos.
Muchos se preguntan cómo es posible que ocurran esas inundaciones y que muera tanta gente en lugares donde se supone se toman las previsiones de lugar. Y la respuesta la tenemos nosotros mismos, los seres humanos, que hemos sobreexplotado el planeta de forma inadecuada con nuestro diario vivir.
Los efectos de esa sobreexplotación se traducen en cambios climáticos drásticos que alteran todo el proceso natural que nos da la vida y lo más desafortunado es que no hay quien los detenga, porque cada día hay más personas en el planeta y mayor actividad para producir energía, alimentos y vestimenta, entre otros.
Los tifones como les llamaban antes a los ciclones siempre han existido, igual los fenómenos llamados El Niño y La Niña, los sacudones de tierra, volcanes, los derretidos glaciares, pero posiblemente nunca con la intensidad e irregularidad como se presentan de un tiempo acá.
Recordemos los severos aguaceros de noviembre de 2022 y 2023, en nuestro país, los cuales provocaron fuertes desbordamientos de ríos y cañadas e inundaciones en el casco urbano, incluido el lamentable desplome de un muro del paso a desnivel en la intersección formada por 27 de Febrero con Máximo Gómez donde quedaron atrapadas 9 personas y un saldo de al menos 30 personas fallecidas.
También, mencionar los aguaceros que afectaron este año el sur de Brasil, en el estado de Río Grande, donde murieron más de 160 personas, cientos de desaparecidos, dejando pueblos enteros bajo el agua y 2.3 millones de damnificados.
En Europa, la DANA o “gota fría” como también se le conoce, dejó una estela de destrucción, producto de severas e inusuales lluvias e inundaciones.
Este fenómeno afectó de forma virulenta a países como Austria, Polonia, Hungría, Alemania, Eslovenia e Italia matando a centenares de personas, desaparecidos y daños cuantiosos a las economías de esos países.
La naturaleza nos está enviando mensajes hace rato y cada vez las alertas serán mayores si no nos organizamos mejor. Nuestros océanos están contaminados con plásticos. El planeta lleva más de 200 años degradándose y experimentando cambios bruscos que ponen en peligro la existencia de la vida.