La preocupación por el futuro del clima ha sido uno de los temas centrales de las cumbres internacionales celebradas en los últimos días, a propósito de los cambios políticos que se avecinan en naciones claves como Estados Unidos y el nivel de compromiso que deberían asumir las grandes economías, que lamentablemente anteponen su nivel de influencia y posicionamiento global, a la protección y el cuidado del medioambiente.

Aunque tuvo pocas repercusiones mediáticas, la XXIX Cumbre Iberoamericana de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno fue celebrada entre el 12 y el 15 de noviembre, en la ciudad de Cuenca, Ecuador.

De este encuentro se destacan la escasa participación de líderes políticos de la región, la ausencia de una declaración oficial por la falta de consenso y la promesa de continuar impulsando acciones en favor del clima, cuyo cambio en los patrones de comportamiento se han avistado recientemente en las situaciones catastróficas provocadas por la Dana en Valencia, las fuertes lluvias en Colombia y una prolongada sequía en Ecuador, calificada por su presidente, Daniel Noboa, como la más crítica de los últimos 60 aňos.

Los efectos negativos del cambio climático tienen el potencial suficiente para empezar a considerarse como factores generadores de desestabilización, que se manifiestan en las protestas sociales que se están realizando en Ecuador desde septiembre, porque la sequía ha provocado incendios forestales y desmejorado el suministro eléctrico, pues la matriz de generación depende de las hidroeléctricas y los embalses tienen niveles mínimos de agua.

En el caso del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), finalizó el 16 de noviembre en Perú, donde se dieron cita importantes líderes políticos de las 21 economías que forman parte de ese mecanismo, entre ellos el presidente chino, Xi Jinping, quien de paso dejó inaugurado el megapuerto de Chancay, una obra de infraestructura que afianza los lazos de cooperación económica entre ambos países, pero que a la vez concita temor en los pueblos originarios, que se manifestaron en las calles durante la celebración de la cumbre, por los supuestos cambios ambientales, entre otros problemas relacionados.

Entre los puntos abordados en la declaración conjunta se menciona al medio ambiente, incluido el cambio climático, la seguridad alimentaria y la seguridad energética, estos últimos aspectos estrechamente vinculados al comportamiento del clima.

En lo referente al Grupo de los 20 (G20), su encuentro se desarrolló en Río de Janeiro, Brasil, entre el 18 y el 19 de noviembre, llamando la atención su lema “Construyendo un mundo justo y un planeta sostenible”. Entre sus enfoques principales estuvo el interés por reducir el hambre y la pobreza, temas estrechamente vinculados con el cambio climático. De hecho, “En el área ambiental se aprobó una histórica declaración ministerial que refuerza el compromiso con el Acuerdo de París y el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 °C”, de acuerdo con el portal G20 Brasil 2024.

Coincidencialmente, estas cumbres fueron celebradas en Ecuador, Perú y Brasil, tres países que forman parte de La Amazonia, cuya supervivencia e integridad se encuentran amenazadas por la explotación descontrolada e irregular de sus recursos naturales, los incendios forestales y los cambios en el hábitat de los pueblos indígenas.

Un trabajo publicado en 2019 en el portal Somos Iberoamérica, con el título “Los pueblos indígenas son los más vulnerables al cambio climático”, se establece lo siguiente: “Los impactos ambientales del cambio climático constituyen en la actualidad una amenaza grave a los derechos de los pueblos indígenas. El aumento de lluvias y sequías está generando un impacto severo en la alimentación y abastecimiento familiar indígena. Por ejemplo, la escasez de agua en las zonas altoandinas es agravada por los efectos del calentamiento global y el retroceso de los glaciares”.

Actualmente prevalece la incertidumbre en torno al financiamiento a futuro y el nivel de compromiso que estén dispuestos a asumir países claves, como es el caso de Estados Unidos, cuyo presidente electo, Donald Trump, no cree en el cambio climático, mientras que su designado secretario de Energía, Chris Wright, es un empresario petróleo que también reniega de la crisis climática.

Aunque el cambio climático centra la agenda de muchas cumbres internacionales, la falta de consenso en torno al despliegue de políticas e iniciativas comunes y el incumplimiento de los acuerdos sobre el tema limitan las perspectivas de las transformaciones que se requieren para lograr un equilibrio entre el desarrollo y la protección al medioambiente, porque las grandes economías no están dispuestas a sacrificarse lo suficiente, ante el temor de que esto pueda comprometer su desempeño hacia futuro, más cuando el mundo está inmerso en un proceso de cambios que apuntan a una redistribución del tablero geopolítico a escala global.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas