En una entrevista publicada por este periódico el pasado miércoles Leonel Fernández vaticina que el año 2023 será un año difícil, y lo será para el mundo y, desde luego, para la República Dominicana.
Días antes en un documento conjunto suscrito por la Cepal y la OIT, agencias especializadas de las Naciones Unidas, advertían que, “a pesar de la recuperación observada en los mercados laborales en el primer trimestre de 2022, se espera que en el segundo semestre la desaceleración del crecimiento ralentizará la capacidad de la región para generar empleos de calidad”.
No es necesario ser profesional de la economía para comprender que esta desaceleración del crecimiento debía esperarse como resultado de las políticas restrictivas puestas en ejecución por los respectivos bancos centrales de cada uno de los países de la comunidad internacional.
De todos es conocido que debido a la parálisis provocada a nivel mundial por la pandemia los sistemas financieros reaccionaron con una política de estímulo a la economía manifestada en programas sociales de protección a los sectores vulnerables de la población, préstamos de emergencia y a bajo interés a favor de las empresas y de los sectores productivos y ejecución de obras públicas que acrecentaban el circulante monetario.
Como resultado de todas estas medidas, a las cuales habría que añadir posteriormente la guerra que ha estallado entre Rusia y Ucrania, la oferta de bienes y servicios comenzó a escasear y, como es natural, debido a una mayor demanda los precios comenzaron a incrementarse tanto en los países industrializados como en los países en vías de desarrollo.
A este panorama no ha escapado nuestro país, y las propias cifras ofrecidas por el Banco Central, si se las estudia en sus detalles, muestran claramente cómo el producto interno bruto cae abruptamente en el año 2020, cómo posteriormente comienza a recuperarse y cómo finalmente por la inyección de dinero que demandaron los programas de emergencia la inflación terminó disparándose con el consiguiente perjuicio para toda la población, y muy especialmente para los más necesitados.
Como respuesta necesaria para atacar la inflación que golpea al país el Banco Central ha respondido como lo han hecho otras instituciones similares en el mundo: incrementar la tasa de referencia, lo que en buen castellano significa encarecer el dinero, y al subir el interés hasta llevarlo al 8.5% las entidades bancarias comerciales han hecho lo propio y prestan el dinero a tasas mucho más altas que la fijada por el Banco Central.
En otras palabras, ha quedado atrás la política expansiva y se ha pasado a una política económica restrictiva, lo que implica una desaceleración del crecimiento económico, como lo advierte en su entrevista el expresidente Leonel Fernández cuando señala que en estos momentos Europa crece cero, Estados Unidos crece cero y China apenas crece un 1%, y cuando esto sucede los resultados previsibles no son otros que una merma en los puestos de trabajo y, por ende, mayores niveles de desempleo, tal como está ocurriendo en los Estados Unidos y Europa en donde los parados han llegado a alcanzar un 10%.
Precisamente, es lo que denuncia el documento de la Cepal y la OIT cuando llama la atención respecto a la capacidad de América Latina y el Caribe para generar en los actuales momentos empleos de calidad, todo lo cual significa que la informalidad crecerá y que aumentará el número de trabajadores que carecerán de la debida protección de la seguridad social.
Ahora bien, si la Cepal y la OIT señalan que se espera para el año que viene un incremento en el desempleo es difícil de comprender que en el país el empleo se haya recuperado a los niveles anteriores a la pandemia y que se augure que seguirá en expansión, como lo afirma en sus publicaciones el Banco Central. Este panorama tan halagüeño solo sería posible si la economía tuviera un fuerte crecimiento, y no parece ser esta la realidad en momentos en que la tasa de interés ha sido aumentada en varias ocasiones por las autoridades monetarias.
Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía, advierte que la política de los bancos centrales de subir el tipo de interés con fines de controlar la inflación conducirá a una recesión con dolor y sufrimiento para la población. Stiglitz entiende que es más probable controlar la inflación con políticas fiscales bien dirigidas y otras medidas más puntuales, como serían mejoras salariales, aumento de la producción nacional, fiscalidad más justa y control de los abusos de empresas con poder de mercado.
Todos deseamos un año 2023 con una mejor situación económica, con la inflación reducida a niveles mínimos y con un crecimiento económico que permita la generación de empleos, pero que esta realidad sea sentida por todos los dominicanos y no se limite a meras estadísticas ofrecidas por el Banco Central.