20En México no hubo una encuesta que dijera que el populista Manuel Andrés López Obrador perdería las elecciones, y así sucedió, ganó. Contrario, en nuestro país, a casi dos años de las próximas elecciones, la oposición política-mediática –vale decir, sus intelectuales y periodistas de la periferia- ya están vociferando, con análisis seudo académico y de coyuntura, que la salida del PLD es inminente y que habrá fraude electoral. Sin embargo, no se ha publicado ninguna encuesta, de prestigio-credibilidad, que haya proyectado ese imaginario o desvarío sin más sustento que la especulación y la estrategia, cierta, de ir creando esa percepción en la opinión pública. Tal parece que esa periferia -política-mediática-, consciente está de que, con el binomio Hipólito-Abinader, será cuesta arriba construir “mayoría electoral”, y desde ya comienza articular el imaginario del fraude electoral que, dicho sea de paso, no le funcionó en el 2012 ni en el 2016; y previendo esos escenarios fallidos, ya se enfocan en el condicionamiento colectivo-mediático ante la incertidumbre de que sus candidatos, solapados o no, no arrojan ni proyectan potencialidades electorales sostenibles, al margen de una ruptura-división en el PLD o, del surgimiento, que no se vislumbra, de un líder potable-aglutinador Marcha Verde que, y hace rato, la facción mayoritaria del PRM regentea a través de su batería periodística-mediática, de conocidas figuras y teóricos-intelectuales frustrados, por demás adversarios histórico-viscerales-generacionales del PLD.
Esa pretensión-elucubración de la oposición política-mediática al PLD (gobierno-líderes), parte también de dos premisas en el contexto de la crisis “sistémica” regional que asola al hemisferio: puja geopolítica-electoral derecha-izquierda-ultraderecha (sin obviar outsider), salpicada de escándalo de corrupción –Odebrecth-, ingobernabilidad democrática matizada por la crisis histórica-estructural del modelo neoliberal/conservador/dependencia secuela del colonialismo, la cultura del caudillismo-cesarismo-populismo (incluido los regímenes autoritarios -izquierda-derecha-) y, por supuesto, de una clase política y empresarial vorazmente “extractiva” incapaz de empujar las reformas políticas-institucionales que la región necesita para superar los bolsones de miseria de millones de ciudadanos de las Américas; y, de paso, garantizar su propia supervivencia fáctica-hegemónica-de-clase.
De modo que los escenarios están claros (al menos, para el PLD): se unifica -hacia dentro y hacia fuera-, se autocritica-evalúa, explora, sin anteojeras, una tercera vía (aun las encuestas-registran: un partido puntero, dos líderes y un endorso medible) y empuja las reformas pendientes; o sencillamente, se hace harakiri y deja que la oposición, más que política, mediática, convenza al país de una percepción-infundada de fraude-electoral, creando las condiciones para una crisis de gobernabilidad o, quien sabe qué…