Hemos escuchado decir una y otra vez, -“antes las cosas eran mejores”-, y una de las áreas sobre las que solemos escuchar esto es la educación.
Lo peor es que hay datos que certifican esa teoría, lo ha dicho Acción Empresarial por la Educación (Educa) una y otra vez, y muchos otros se han referido al tema.
El tan esperado 4 por ciento para la educación, no ha servido de mucho, por múltiples razones.
Sin embargo, ya concluido el año escolar 2023-2024, se han producido anuncios interesantes a los que hay que prestar atención.
El presidente Abinader, por ejemplo, hizo un compromiso público con que “los próximos cuatro años serán dedicados a una educación de calidad”, convencido de que todavía falta mucho por hacer en este sector que tiene solicitudes acumuladas que datan de más de 25 años.
Calidad, es justo lo que hemos perdido en la educación dominicana, aunque se pone la mirada sólo al sector oficial ante esta realidad, hay que fijar la vista hacia otros lados, donde también se encuentran protagonistas de la situación que atraviesa el sector educativo.
Un actor de primer orden es el maestro, que también ha evidenciado cambios, no necesariamente para mejor. Decir que alguien en tu familia era maestro 40 años atrás, era de alguna manera, tener una bendición.
La calidad no sólo se ha perdido en el contenido que reciben los alumnos, sino en el personal humano que es el encargado de transmitir esos conocimientos.
Hoy contamos con maestros a los que sólo les interesa llegar al día 30 de cada mes, para recibir el pago, y aunque todos trabajamos para cubrir necesidades, la profesión de enseñar es algo sublime, a lo que hay que poner algo más que un interés pecuniario.
Ante el anuncio del ministro de Educación, Ángel Hernández, de que entregaría bonos para maestros que logren alfabetizar estudiantes oportunamente, se hace necesario que quienes hoy día ejerzan el oficio comprendan la importancia de darse en cada uno de los alumnos que llegan a sus manos.
Alfabetizar es el acto más noble de entrega y amor y si no se entiende de esa manera, por más incentivos que se den, no será más que una forma de ganar dinero, alejado del propósito esencial que debería ser el que mueva a la clase magisterial del país: educar ciudadanos que contribuyan con el desarrollo social de nuestra nación.