Algunos funcionarios parecen desbordados por la realidad, lo que quizá sea el motivo por el que recurren extraños argumentos para justificarse, sin importar lo risibles o ridículos que resulten.
Otro escollo que confrontan es que muchos al cuidar su propia imagen, principalmente los que se creen “presidenciables”, no se involucran en temas peliagudos que puedan “empañar” su futuro político.
De ambas situaciones abundan los ejemplos, pero solo para ilustrar se puede citar lo acontecido con el denominado proyecto de modernización fiscal, en cuya defensa dejaron al presidente sólo acompañado de los funcionarios que lo metieron en ese atolladero.
Y como ejemplo de que para justificar su incompetencia hay funcionarios que salen con cualquier pachotada, lo más reciente es el pronunciamiento del titular de la Digesett, Francisco Osoria de la Cruz, quien alega que los “congestionamientos vehiculares son el costo del desarrollo”, y circunscribe los tapones “a algunas construcciones en las salidas principales de la ciudad”.
Minimizar de esa manera el mayúsculo caos y desorganización en el tránsito es una forma muy simplista de escurrir el bulto. ¿Por qué si ese es el quid del problema habría que perder tiempo discutiendo en foros viales, mesas y gabinetes?
Además, habría que preguntarle dónde, en ese esquema reduccionista, entran las motocicletas, porque al ser tantas y si seguimos su lógica, con ellas el ciudadano estaría pagando el costo del megadesarrollo.
Los funcionarios debieran ser más comedidos al hablar porque por más que traten de dorar la píldora no pueden alterar la realidad y siempre llevarán las de perder porque finalmente la verdad prevalece.
Quizá les reporte mayores beneficios, en lugar de restregar en la cara de la gente cuestiones que no coinciden con la realidad ni con la verdad, que empiecen a contar chistes malos y desagradables, como los del expresidente al que atribuyen haber dicho: “Si la calle está dura coge la acera” y que disculpaba los altos precios de los huevos por la supuesta brega que les daba a la gallina pujarlos.
Hablar menos y trabajar más es un sano consejo. Debieran entender algunos funcionarios que el ser humano no es infalible ni creer, en su orgullo, que no se equivocan y pueden justificar lo injustificable.
Decir la verdad o cambiar de opinión cuando la realidad o las circunstancias indiquen que es menester, es de sabios.