La búsqueda de un futuro mejor, el hambre y la miseria, los conflictos armados y el accionar de bandas que se apoderan de territorios e imponen su ley a sangre y fuego, son solo algunas de las causas de las migraciones ilegales.

El año pasado al menos 1,233 personas fallecieron en las rutas migratorias de América, según recientes estadísticas de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Aunque se trata del segundo año consecutivo de descensos (12%), después de una cifra récord de 1.529 fallecidos registrada en 2022, es el cuarto año más letal en las rutas de América desde que en 2014 la OIM implementó el Proyecto Migrantes Desaparecidos.

Pese a la baja en las cifras, continúan siendo alarmantes. En esa lista figuran 95 fallecidos en intentos de llegar desde República Dominicana a Puerto Rico.

Otros 523 perecieron en la frontera entre EE.UU. y México, 187 en la travesía desde el Caribe a las costas americanas y 174 en la fatídica selva del Darién, en la región que une Colombia y Panamá.

La OIM ha formulado reiteradamente llamamientos a los Estados para que al menos traten de garantizar que las rutas sean más seguras, pero el problema es otro.

El mundo antiguo creció gracias a las migraciones, porque el intercambio entre culturas hizo crecer el comercio, entre otras actividades, pero en el interconectado mundo actual la realidad es diferente.

Mientras Europa y EE.UU. disfrutan de altos niveles de vida, en América millones de personas viven sumidas en la pobreza por la depredación de sus recursos y por el enriquecimiento de unos pocos, lo que impulsa a miles de desesperados a buscar lugares donde puedan trabajar y comer todos los días, derechos que sus países de origen les niegan.

La voz del papa Francisco resuena repetidamente como uno de los pocos mensajes coherentes y humanitarios respecto a la situación de los migrantes, para los que pide un trato más humano.

Mientras tanto, si los gobiernos latinoamericanos no mejoran la vida de sus pueblos, si no se redistribuyen mejor las riquezas, si no se crean más fuentes de trabajo y no se brinda mejor educación, entre otros tantos problemas, el fenómeno de las migraciones ilegales continuará, y la secuela de muertes seguirá aumentando las estadísticas que convierten a los seres humanos en simples números.

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