Existe más de un motivo para que los dominicanos estemos atentos a la segunda asunción presidencial de Donald Trump, favorecido mayoritariamente en una elección cuyo resultado competía exclusivamente a los ciudadanos de ese país. (Precisión obvia, que no sobra en tiempos cuando se suplanta y no siempre prevalece la voluntad que el pueblo expresa en las urnas).
Miramos hacia el Norte porque lo que acontece allí nos incumbe; en ese país residen legalmente más de 2.3 millones de nuestros compatriotas, y según datos de 2022 del centro PEW Research, la cantidad de criollos indocumentados ascendía a 230,000.
Es el principal socio comercial, destino de más del 55% de nuestras exportaciones y de donde importamos más del 40% de lo que consumimos.
Es importante la juramentación de Trump porque, según el Informe Turístico del Banco Central, desde allí proviene el 44.2% de los que nos visitan y también el 84.5% de las remesas, y el 61 % de las exportaciones del régimen de zonas francas va a ese mercado.
Mientras las expectativas están puestas en cómo le irá a República Dominicana en esta segunda estadía de Donald Trump en la Casa Blanca, asoman dos cuestiones fundamentales: la economía y Haití.
Sobre lo económico hay posiciones divididas. Los más optimistas nos ven como posible refugio de empresas a las que perjudiquen los altos aranceles con que Trump amenaza, pero otros piden cautela porque a una economía pequeña y abierta le podría afectar la turbulencia exógena de la agresiva política de la nueva administración, y también se pide atención a las repercusiones si el plan de Trump agravara el déficit y la deuda en Estados Unidos.
En lo que respecta a Haití, quizá no haya diferencia con Biden pues ambos han empujado agresivamente a los haitianos hacia nuestro territorio. Biden batió récord de deportaciones y hasta suspendió la visa humanitaria, y Trump ya dijo lo que piensa del territorio vecino: “Agujero de m…”.
Una buena señal es que ha nominado a una embajadora y en su pasada gestión nos envió a la señora Robin Bernstein, de grato recuerdo por su gracia, prudencia y buenos modales.
Esperemos pues, a Trump. Total, la economía dominicana ha sabido “resistir” los embates de un entorno cada día más incierto aunque, y ahí radica el mayor peligro, en la incidencia de factores internacionales son pocas las opciones de intervención y control local.