El coro por el comportamiento ejemplar de la ciudadanía en las elecciones del domingo es unánime, y abundan los pronunciamientos laudatorios de observadores internacionales, de grupos empresariales y de la sociedad civil. La tónica ha sido que hubo un ejercicio ordenado que fortalece nuestra democracia y que, a juicio de los que nos ven desde afuera, es ejemplo en América Latina.

Este proceso vuelve a poner sobre la mesa el tema del ausentismo en las urnas de los convocados, un 53% que fue minimizado en febrero, con la explicación, o más bien la excusa, de que las municipales no concitan mucho entusiasmo. ¿Y el 46% de ahora?, sin precedentes en República Dominicana a nivel presidencial.

Quizá esa baja presencia, señal de desconexión entre representantes y representados, debiera empezar a preocupar porque la celebración de elecciones libres, como lo resaltó ayer la Cámara Americana de Comercio de la República Dominicana, muestra la fortaleza de nuestra democracia y está umbilicalmente ligada a la estabilidad política que se respira, y son factor positivo para el crecimiento económico y la inversión sostenida.

Otra de las lecciones que nos dejan los resultados electorales del domingo, ha sido la muestra de demócrata cabal de Abinader, con su discurso ante sus eufóricos conmilitones, con una humildad que lo engrandece porque precisamente varias circunstancias que rodean el triunfo lo convierten, a juicio de analistas, en el presidente y político que concentra más poder en décadas.

“Soy y seré el presidente de todos los dominicanos y dominicanas. Sin distinción, sin sectarismos ni colores partidarios”, afirmó al hablar con los suyos, a los que recordó más de una vez que por encima de las diferencias políticas con otras parcelas, “es mucho más lo que nos une que lo que nos separa”.

Es el mejor de los mensajes y una magnífica conclusión para mirar con optimismo el futuro, porque en democracia, sentenció el presidente, “nadie lo gana ni lo pierde todo”.

Magnífico llamado y sana advertencia para que nadie en su entorno tenga margen para imaginar siquiera que lo parido por las urnas es una patente de exclusividad para hacer y deshacer.

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