En torno a la marcha de ayer en Bávaro, en las inmediaciones del denominado Hoyo de Friusa, se dieron acontecimientos que deslucen cualquier tipo de convocatoria que tenga de por medio la defensa de la Patria, incluida una sospechosa permisividad de las autoridades, impasibles ante incitaciones a la violencia armada y a alterar el orden público.

Tal actitud jamás se había visto en tiempo de paz, de unas autoridades nacionales que ni siquiera se dieron por enteradas de la exhortación a agredir a todo ciudadano haitiano que se interpusiera, lo que sienta un nefasto precedente.

Incrementa el resquemor sobre este dubitativo comportamiento, el monumental despliegue policíaco-militar, lo que riñe con una democracia estable y el Estado de Derecho que nos cobija, con lo que se transmite, desde el principal polo turístico, una imagen negativa del país, sobredimensionado por una cobertura mediática sin proporción con la magnitud del hecho.

Lamentable, para empeorar, que la actividad degenerara en desorden provocado, según la versión policial, por la violación del perímetro establecido y por intervención de individuos encapuchados.

La confusión y el caos y la consecuente dispersión, quizá fue lo que impidió conocer, plasmados en algún documento o manifiesto, los reales objetivos de la convocatoria, por lo que solo se advierte un fuerte sentimiento antihaitiano y el despliegue de causas y agendas atadas a intereses de particulares y de poco contenido patriótico.

El antihaitianismo per se tiene el riesgo de dejar de lado el drama migratorio, un tema de profundas raíces, además de que se elude a los principales responsables porque, ¿quién permite que los haitianos puedan tener guettos en nuestro territorio? ¿Quién o quiénes los contratan para trabajar con la violación de por medio del 80-20? ¿Quién o quiénes se han beneficiado con enemistar a haitianos y dominicanos?

Haití ha estado en permanente crisis económica, política y social en todos los órdenes desde hace tiempo, a merced de bandas y con una élite irresponsable con gran culpa de la calamidad que padece su gente.

Toda actividad en nuestro territorio debe contemplar la situación en su conjunto, condenar la indiferencia de la comunidad internacional, acompañar al Gobierno en su consigna de que no hay solución dominicana al problema haitiano, más que desunir o convertirlo en tema de la farándula y de la política.

La migración ilegal no se puede despachar con ligereza.

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