Hace muchos años el escritor peruano Mario Vargas Llosa decía que el combate a la droga era una causa perdida porque los narcotraficantes ya han ganado, que legalizar la droga era imposible porque no les convenía a las agencias internacionales que reciben enormes presupuestos, y porque no les convenía a los bancos, que reciclan miles de millones de dólares de ese “negocio”.
El gran problema de la droga es que permea estructuras políticas, de seguridad, aduanales y de todo con su dinero ilícito mientras inunda las ciudades y los barrios con su veneno que genera vicio, criminalidad y muerte.
Pero además, en los países pobres genera una crisis sanitaria que hace explotar los sistemas de salud por la multiplicación de adictos. El fentanilo, cincuenta veces más potente que la cocaína, es difícil de detectar porque no huele y es fácilmente camuflable entre medicamentos legales.
En EE.UU. mueren 70,000 personas por año por consumo de fentanilo, y de los 64 millones de personas que sufren algún tipo de trastorno relacionado con las drogas, sólo el 9 % recibe tratamiento.
Recientemente la directora general de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), Ghada Waly, advertía en su discurso ante la Comisión de Estupefacientes de la ONU 2025: “El número de drogas accesible a la gente hoy es más diverso, potente y dañino que nunca”.
La ONU ha registrado más de 1.300 sustancias psicoactivas, con un aumento significativo de estimulantes como el fentanilo, que causa decenas de miles de muertes por sobredosis cada año, mientras en Oriente Medio el captagon, otro estimulante sintético, domina el mercado ilegal.
Lo preocupante es, además, que esta misma advertencia la haya hecho Ghada Waly el año pasado y las cosas no solo no cambiaron, sino que han empeorado, porque las drogas atraviesan el mundo en zonas de guerra y sobrepasan vacíos legales. “El crimen organizado es el único que gana cuando las drogas y sus precursores cruzan fronteras sin control”, resalta Ghada Waly.
Los recortes de la cooperación internacional, las declaraciones grandilocuentes en foros, las promesas políticas de combatir la criminalidad y la violencia que genera el narcotráfico se suceden todos los años, mientras tanto el consumo de estupefacientes sintéticos aumenta y el mundo mira resignado este fenómeno que siembra muerte y destruye vidas.