La contaminación generada por los plásticos es un problema mundial del que nuestro país no escapa, y por su poca extensión territorial ha llegado a ser tan grave que muchas organizaciones y las mismas autoridades lanzan campañas para reducirlo.
Desde hace unos años, para las vísperas de Reyes, la Alcaldía del Distrito Nacional, encabezada por su titular, Carolina Mejía, organiza la campaña “Plásticos por Juguetes”, que en su quinta edición ha recolectado más de tres millones 732,056 botellas plásticas.
Precisamente en esta fecha, miles de familias hicieron filas de forma organizada para intercambiar 500 botellitas plásticas por una bicicleta y 300 por una patineta, lo que sirvió para, aparejado a la loable iniciativa, llevar alegría a los niños con sus nuevos juguetes.
La recolección de plásticos de un solo uso, altamente contaminantes y que tardan décadas en degradarse, es un esfuerzo que todas las alcaldías debieran imitar, y además de sus recursos propios podrían agenciarse el apoyo de entidades y empresas para llevarlo a cabo, como hace la alcaldesa del DN.
Lo recolectado se entrega a la Fundación Botellas de Amor, que lo transforma en plásticos flexibles para mobiliario de uso en parques infantiles, entre otros destinos.
Un aplaudible aspecto es involucrar a los niños, a los padres y a la comunidad en la recolección de estos materiales que se tiran en cualquier parte y casi nunca donde es debido, que contaminan nuestros barrios cuando terminan bajo tierra o casi siempre en cañadas, en cursos de agua y finalmente en el mar, donde atentan contra la vida marina; o en los desagües, donde tapan los drenajes y causan inundaciones con cada lluvia.
Reducir el uso del plástico, reemplazar por fundas de tela o cajas de cartón los empaques en supermercados, eliminar los vasos desechables o de foam, y preferir bebidas en envases de vidrio ayudaría a preservar mejor nuestros recursos naturales.
Habría que sumar campañas de concienciación, desde la escuela y en todos los ámbitos, pero también se necesita una legislación adecuada, con un régimen de consecuencias y con el objetivo de que los plásticos desaparezcan progresivamente de nuestro país.
Las alcaldías de San Pedro de Macorís, Higüey y de Villa Hermosa (La Romana) han replicado esta iniciativa, lo cual debe reconocerse, pero también hay que alentar a que todos los cabildos sigan este reconfortante ejemplo.