Ayer es un adverbio que identifica lo que sucedió el día inmediatamente anterior al de hoy, pero en sentido figurado y en lenguaje poético se utiliza para referirse a un pasado indefinido que, generalmente, denota el paso del tiempo y a veces su devastación, o explica el olvido de muchas cosas.
Sin embargo, hay dolores que permanecen incólumes, que se apoderan por completo del alma o de la memoria, como seguramente les sucede a todos y cada uno de los que han perdido a sus seres queridos en la reciente tragedia de Jet Set, en un hecho que conmociona a toda la sociedad dominicana y desata lamentos, pero también solidaridad, incluso de países vecinos y no tanto.
Ahora es momento de recogerse, de informarse solo a través de los canales correspondientes y en lugar de hacer publicaciones en las redes mejor guardar un respetuoso silencio ante tantas vidas que sucumbieron en este desgraciado derrumbe.
Como siempre sucede en este tipo de desastres, pasados los primeros días y finalizadas las labores de rescate, de remoción de escombros, de recuento de víctimas salvadas y de muertos, junto a la sensación de luto y de vulnerabilidad que envuelve a toda la población, comienzan a surgir voces discordantes cuando todavía no se acalla el llanto de los deudos por las vidas perdidas, que sigue ahí en toda su intensidad, en toda su desdicha.
El impacto de esta fatalidad continúa vigente en el corazón de todos los dominicanos, mucho más en los afectados directos. Que no se acallen las muestras de apoyo, que se acerquen palabras de consuelo, y confortar mínimamente a los que todavía lloran a sus muertos.
En esto es en lo que correspondería que la sociedad se unificara. Para causar revuelo o agitar exigencias tempranas de castigos, seguramente habrá tiempo en el futuro inmediato, cuando las autoridades hayan terminado sus evaluaciones y las explicaciones correspondientes estén disponibles para todos.
En ese enorme enigma que es el futuro de cada uno, cabe siempre la posibilidad de un final inesperado porque la existencia humana es tan frágil y efímera que nadie puede siquiera prever su propio desenlace.
Ese dolor que embarga a las familias enlutadas jamás tendrá un pasado olvidable, seguramente se atenuará con el paso del tiempo, pero jamás desaparecerá y estará presente para siempre, porque ese dolor no tiene ayer.