Este año la cuaresma comienza el 5 de marzo, con el miércoles de ceniza, y el desfile nacional del carnaval está programado para el 23 de marzo, con lo que nuevamente coinciden carnaval y cuaresma, para disgusto de la Iglesia católica que la considera una fiesta pagana que se entremezcla con un periodo de reflexión religiosa.
La contradicción es más bien aparente porque el carnaval tiene un origen tan milenario como la religión católica y algunas de sus expresiones, como los diablos cojuelos, llegaron a estas tierras traídas por los mismos españoles que introdujeron el evangelio.
El carnaval dominicano es una fiesta de la cultura autóctona que conserva tradiciones centenarias que deben custodiarse celosamente porque forman parte de la identidad nacional, del rostro con el que nos presentamos ante las demás naciones del planeta.
De ahí que la jerarquía eclesiástica debiera mostrar un poco más de tolerancia ante estas manifestaciones populares tan arraigadas en el folclore dominicano y que también forman parte de actividades que generan divisas para la economía nacional, crean empleos temporales y atraen a turistas de todo el mundo.
Ambos acontecimientos podrían coexistir porque más pernicioso para el país y su cultura sería que se pierdan muchas de las expresiones de tradición en medio de estos tiempos globalizados, cuando muchos elementos foráneos tratan de introducirse y generar un proceso de transculturación que atentaría contra nuestra propia identidad nacional.
Se trata de espacios diferentes que deben ser vistos con la óptica de la tolerancia porque ya no estamos en la Edad Media y la modernidad propone, promueve y exige determinados cambios de costumbres que no perjudican a nadie, sino que cambian el sentido de la diversión, los conceptos de fiestas y despiertan el interés hasta de los estudiosos de la antropología que observan estos fenómenos con interés académico y científico.
Y resulta casi perentorio en estos tiempos, trabajar por la preservación de estas expresiones culturales nativas que representan un reencuentro con muchos de nuestros valores originales.
De ahí que, mientras expresamos nuestro más absoluto respeto a este periodo religioso que llama a la reflexión de los católicos, y que culmina durante la Semana Santa, alentamos también a la población a disfrutar la fiesta popular del carnaval dominicano, que cada año engalana nuestras ciudades, una celebración que es de todos y para todos.