De todas las industrias que han existido desde siempre, la única que goza de buena salud y nunca ha experimentado crisis ha sido la fabricación de armas.
Por ello se celebra el 5 de marzo el Día Internacional para Concienciar sobre el Desarme y la No Proliferación, una efeméride cuyo propósito de que la opinión pública mundial comprenda mejor cómo los esfuerzos de desarme contribuyen a mejorar la paz y la seguridad, a prevenir y poner fin a los conflictos armados y a frenar el sufrimiento humano causado por las armas.
Lamentablemente, desde las grandes potencias hasta los más pequeños países la proliferación de armas sigue creciendo, incluso con la importación de impresoras 3D, que permiten “copiar” y con el contrabando, que nutre a todas las bandas criminales del mundo, desde los poderosos cárteles de narcotraficantes mexicanos y centroamericanos hasta las bandas armadas de Haití.
Pero también, en conflictos como la guerra de Ucrania y en el despliegue militar exagerado del ejército israelí en Gaza, donde la población civil es la que sufre y donde la ayuda humanitaria tiene severas limitaciones para llegar, queda demostrado que el uso de las armas sirve solo para sembrar muerte, sufrimiento y miseria.
Las tecnologías armamentísticas nuevas y emergentes, como los drones manejados desde cómodos despachos, cargados de bombas de altísimo poder, suponen un reto para la seguridad mundial y la comunidad internacional en los últimos años se muestra muy preocupada por este tipo de armamento.
Aunque existe una Oficina de Asuntos de Desarme de las Naciones Unidas, conocido en inglés como United Nations Office for Disarmament Affairs (UNODA), que fomenta el desarme nuclear y la no-proliferación, así como el fortalecimiento de los regímenes de desarme en relación a otras armas de destrucción masivas, armas químicas y biológicas, su existencia no parece inquietar a la industria armamentística, ni sirve para alejar la posibilidad cada vez más cercana de una guerra nuclear.
Aun así, los amantes de la paz no deben desmayar en su prédica contra las armas de destrucción masiva, en particular las nucleares, por la amenaza que representan para toda la humanidad.
Como un predicador en el desierto, mientras el mundo se desangra en diferentes conflictos armados, el secretario general de la ONU, António Guterres, continúa reclamando: “El desarme debe volver al centro de nuestros esfuerzos por la paz y la seguridad”.