Luis Córdova
Especial para elCaribe
El vuelo a Washington fue con escala en Boston. El amanecer despertaba un Massachusetts bajo nieve y con la claridad fui descubriendo la nostalgia en la cara de los pasajeros; la sorpresa me movió a la sonrisa cuando, al aterrizar en la gélida pista, surgió un aplauso espontáneo: pensé en cómo nuestras más genuinas tradiciones se imponen, quizás como una vez lo asumieron en la península de Shawmut los antiguos peregrinos patriarcas.
Volver a la capital de norteamericana es siempre sorprenderse, no solo por su diseño masónico, la impresionante organización, la armónica convivencia de preservados edificios antiguos con modernísima arquitectura y es que por sus quietas calles se respira el abstracto de poder, la concentración política del mundo.
La convocatoria de Adriano Espaillat a la séptima edición de “Dominicanos en el Capitolio” constituyó, como de costumbre, en un éxito. Es la oportunidad para que todos los criollos (los nacidos y las generaciones que asumen la identidad dominicana), se congreguen en una suerte de caucus, para comunicar el aporte de los hijos de Duarte en las tierras de Adams, Franklin, Hamilton, Jay, Jefferson, Madison y Washington.
Que la diáspora dominicana en los Estados Unidos se reúna en el Capitolio y proyecte el cómo y cuándo contribuir al desarrollo de la nación de origen, es una impronta que hace de la labor del Representante Espaillat un marco referencial para los demás países de Latinoamericana.
El conversatorio “La Diáspora como Gestora del Desarrollo de República Dominicana”, moderado por Rodolfo Pou, presidente del consejo directivo de la Diáspora & Development Foundation, contó con la participación del presidente del Senado, Ricardo de los Santos y los senadores Alexis Victoria Yeb (presidente de la Comisión de Industria y Comercio) y Omar Fernández (presidente de la Comisión de Dominicanos en el Exterior); además de Jason Marczak, vicepresidente y director sénior del Centro para América Latina Adrienne Arsht del Atlantic Council.
Se resaltan las conferencias simultáneas a la plenaria con panelistas de primer orden en temas como industria, comercio, aduanas y medicinas; también las universidades dominicanas estuvieron en gestión de dimensionar los grados de nuestras casas de altos estudios en las academias norteamericanas.
Por supuesto, hubo espacio para los dominicanos que se roban el aplauso y corazón de su gente como Marileidy Paulino, Jatnna Tavarez, Fernandito Villalona y Santiago Matías Alofoke, cada uno en la dimensión de sus carreras y recibiendo el afecto de los de allá y los de aquí.
Aunque este viaje fue breve me permitió conocer la oficina del Representante Adriano Espaillat, sentirnos como en casa en medio del centro de poder legislativo, frente a una bandera del Licey y bajo caretas de lechones santiagueros, es una inolvidable experiencia tanto por la afabilidad propia como la de su gran equipo.
Me sirvió para solidificar la hermandad con Rodolfo Pou y conocer a Luis Delgado, con quien trabé una espontánea y genuina amistad, así como José J. Záiter y Víctor Dumé con quienes en una inolvidable noche compartimos anécdotas desde el restaurante del Hotel Washington al calor de un vino, teniendo como fondo la Casa Blanca tras una estela de nieve.
En el vuelo de regreso, avanzaba unos compromisos, la fecha me hizo pensar en que con merecida y sobrada razón ese evento debería incluirse en las actividades oficiales de la celebración del “Mes de la Patria”.
Cuando tocamos tierra dominicana volvimos a aplaudir, algunos extranjeros se sorprendieron, ojalá nunca perdamos la costumbre.