Llegan en torrente y variopintas las reacciones a la alocución del sábado de Luis Abinader, en la que anunció que retiraría del Congreso el proyecto de modernización fiscal.
Todas las opiniones que se han generado traen el sello particular de los intereses del que las emite, pero hay algo indiscutible que no se debe pasar por alto al calor de los debates, y es que tenemos a un presidente que sabe escuchar.
“Un verdadero gobierno democrático no teme enmendar sus decisiones cuando escucha al pueblo”, afirmó Abinader al reconocer que su iniciativa no contaba con el favor de una inmensa mayoría de la población.
Reconfortan sus palabras de que con la decisión confirma que el Gobierno está conectado con la realidad de su gente, porque al paso de los días se notaba un clima de desconexión y de que no había oídos para los gritos de rechazo a ese proyecto de reforma.
Al presidente no se le puede regatear de que en la gestión de determinadas cuestiones, por delicadas que fueren, acostumbra a encararlas de manera personal, en forma abierta y franca, y con este proyecto de reforma fiscal no ha sido la excepción.
Lo que procede ahora es enmendar entuertos, y uno a superar es la crítica de que para esa reforma no hubo consenso y de que, inclusive, el alcance de su contenido sorprendió a todos, hasta a distintas esferas oficiales y al propio partido de gobierno que horas antes de que se declinara la pieza convocaba a su militancia a “salir a la calles” a defenderla, en una increíble ausencia de armonía PRM-Gobierno.
Quizá la mayor objeción ha sido que para esa reforma, de gran calado, casi estructural, no se conocieron previamente investigaciones, ni estudios profundos ni el marco para su instrumentación.
Ojalá que en el nuevo escenario no se reediten los errores, pero tampoco que se parta desde cero porque esa reforma fiscal o tributaria es imprescindible e inaplazable, aunque sería tan malo y dañino hacerla con prisa y de manera impetuosa, como igualmente dañino sería reducirla a unos cuantos “ajustes” o “parches” para acomodarla a determinada coyuntura.
Pero a los fines de este comentario, recordar que es propio de gobiernos democráticos motivar la conversación para despejar cualquier preocupación social.
Y no olvidar que mediante la búsqueda de consenso, aunque haya diferencias, también se expresa la democracia.