El periodista Orlando Gil hace poco escribió y trajo a colación dos aspectos relevantes de nuestra imagen hacia el exterior que necesitan atención, además, por supuesto, del siempre mejoramiento de las relaciones internacionales y comerciales; y mas aun, con los países que, por interés geopolítico, comercial y vieja tradición, ameritan mayor énfasis en su tratamiento y fortalecimiento; pero también, de remozamiento de “vetustos edificios que datan de 1942 y que el tiempo cruel ha ido deteriorando de forma notoria: la embajada y la residencia del embajador” en la capital de los Estados Unidos. Nada más cierto, pero además de lo que el periodista Gil acota sobre los esfuerzos del embajador Aníbal De Castro -uno de nuestros embajadores más apto para el ejercicio de un oficio antiquísimo-; y el remozamiento de la Misión Permanente ante la OEA -segundo piso de la embajada- que, bajo la pasada administración -del presidente Danilo Medina- se llevó a cabo su remodelación física y reemplazo de muebles para hacerla moderna, funcional y adecuada para el trabajo que ya, necesariamente, no se hace desde un escritorio sino desde cubículos, sala de video-conferencias, de visitas y reuniones de trabajo, porque el grueso de trabajo se hace y se articula, a diferencia de otras misiones u embajadas, desde el ámbito-dinámica multilateral en comisiones de trabajo en la sede de la OEA, que, dicho sea de paso, con la pandemia global se viene realizando vía virtual a tono con la modalidad universal que ha impuesto el Covi-19 y las directrices sanitarias federales-estatales y recomendaciones OMS-OPS-MIREX. Esto, combinado con el trabajo administrativo e interinstitucional MIREX-Misión-OEA.

Sin embargo, hay, aparte de ese necesario remozamiento físico-arquitectico tanto de la residencia del embajador -ante la Casa Blanca- como de la embajada (pues su deterioro es más que evidente), otra iniciativa de carácter invaluable-intangible -que amerita atención y emprendimiento público-privado- al tratarse de todo el acervo histórico-documental sobre la historia y relaciones entre los dos países desde 1844 hasta donde la desclasificación lo permita, que bien hiciera -vía misiva, 2019- el acucioso historiador y director del Archivo General de la Nación, Dr. Roberto Cassá y que estamos seguro la designada Embajadora -ante la Casa Blanca-, Sonia Guzmán, retomará con entusiasmo e interés histórico-cultural -como legado invaluable a nuestra historiografía- y reafirmación de un provechoso intercambio científico-cultural. Tal iniciativa, necesitaría, como la exitosa experiencia de nuestra embajada en España, del concurso del sector privado, pues consiste en “…un proyecto tendente a la digitalización de fondos documentales existentes en los Estados Unidos relativos a la República Dominicana”.

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