La mejor explicación-justificación o lectura a la derrota del PLD en el 2000 fue que, como no entendió porque ganó -de la mano de Balaguer-, tampoco entendió porque perdió; y aunque la historia, parafraseando a Karl Marx, solo suele repetirse como “farsa”, sí hay paralelismos innegables. Sin embargo, en la que llegó el PRM tiene, aunque distinta, un símil coyuntural en término de sustentación: el contexto-antesala de una ola de agitación social y mediática -Marcha verde y plaza de la bandera-, agotamiento político-electoral -no previsto del todo e insuficiente maniobra política-electoral (PLD)- y de una pandemia global. Y habría que ver: hasta dónde el PRM y su gobierno están consciente de esa realidad fáctica, porque podría suceder que, como el PLD en el 2000, esté obviando el alcance y volatilidad de esa coyuntura.

Y es que estamos observando cómo, desde el poder, hay tendencia a la dispersión y como las mismas olas que facilitaron el momentun -la victoria del PRM- se van evaporando y lo que se proyecta es lo que todos sabemos: una recesión económica global por los estragos-secuelas sanitarias, social y de salud mental de la pandemia. Súmele a ello, el hecho sociológico-mediático de una insatisfacción social y un descrédito de la clase política que, como pieza de orfebrería, fue labrada por una parte de la “sociedad civil”; y, en menor medida, por las cupulas de los partidos y una periferia política-periodística-intelectual adversa a los gobiernos del PLD que, al mismo tiempo, ha marcado, post-marzo-julio-2020, la tomadura de resortes de los poderes públicos por actores seudos “independientes” -“políticos de la secreta”- y de otros menos visibles que, bajo el auspicio solapado o abierto, fueron minando, desde adentro, el sistema de partidos; mientras que otra parte, diríamos minoritaria, trabajó, desde afuera, en sintonía y haciendo rabiosa oposición.

Fue una mancuerna perfecta -sociedad civil-empresariado y una claque técnica-burocrática, al menos públicamente- que, en parte, el PLD privilegió pendejamente, y que, post-julio-5, migró, camaleónicamente, hacia el PRM-gobierno.

Desembarazarse de esa compleja telaraña corporativa no será fácil; y menos aún, si no se lee bien la coyuntura de sustentación que precedió la actual realidad política matizada por la pandemia y una “opinión pública” cada vez más de redes sociales y tendencias de actores amorfos que hoy detentan pedazos de poder y atención en amplios dichos poblacionales que solo siguen aullidos mediáticos, cual disparo de olimpiada, para tomar las calles….

De modo que estar en la cima de esa ola, no es, bajo ningún concepto, tener el control, sino más bien, estar sosteniendo: una bomba-social; o, si hay conciencia, un momento de prudencia y equilibrio sociopolítico. Pero ¿se está leyendo así? ¡Definitivamente, no!

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