En medio de malos augurios -de que el país se iba a sumergir en una crisis política o de gobernabilidad si no ganaba la oposición; o el algoritmo-“fraude” (octubre-2019) no aparecía-, dos instituciones de nuestra frágil democracia, en el fondo, evitaron o despejaron esos augurios: a) el PLD con madurez política-democrática -al reconocer y aceptar la derrota (sin chistar o poner cara de mal perdedor)-, el muerto que le tiraron en febrero y la pandemia que, como evento imponderable, reafirmó al presidente y estadista Danilo Medina; y b) el TSE que ha sabido resolutar -post elecciones-, con esfuerzo y sapiencia, los entuertos y lagunas de una pésima gerencia de la JCE digna de mejor desempeño: -deficitaria: de logística organizativa, de falta de resguardo prudente (ante reclamos válidos, sobre todo en ultramar-USA) e instrucción cuasi nula de funcionarios de colegios electorales (descuadre de actas, entre otras muestras)-.
En realidad, han sido dos tsunamis -encima de la pandemia global- los que el país ha tenido que enfrentar en prácticamente seis meses: la cantaleta-condicionamiento de una oposición de que no podía perder y la de un ex que, antes y durante, se empecinó en su relato fantasioso de fraude; y, el otro -aun mayor-, alejar una crisis política o de gobernabilidad si ganaba el partido que no podía ganar, así fuere, siquiera, por azar: el PLD.
Algún día, habremos de preguntarnos: qué espíritu “democrático” fue ese que exhibió la oposición y qué obsesión-fijación se aposentó en el líder que teníamos como más mesurado que, azuzando un fantasma -ya superado-, estuvo dispuesto a voltear la mesa.
O más todavía, el carrusel de candidatos de dudosa o delictiva reputación que, como incógnitas e indiferencia supina, se colaron y filtraron en el carnaval; pero, que tarde que temprano, dejarán su “impronta” en lo que latente puede irrumpir y no solo voltear la mesa, sino quebrar el firmamento, de paz y frágil democracia, que, cual acuarela, hemos dibujado con sus manchas, luces, sombras y claroscuro….
Sin embargo, y a pesar de esos imponderables o nubarrones, no me inscribo en el arraigado pesimismo dominicano que aún tiene cultores en el periodismo, la literatura, el ensayo y algunos que otros intelectuales.
Pero de que la vamos librando, al menos hasta ahora, no es un cuento o invento para hacernos graciosos. No, que va, esta vez, a nuestra frágil democracia, le tiraron con duro y de mala fe (…). Y lo que más duele, es que viejos-duchos de la política -y ejercicio del poder- estuvieron, también, tirando piedras…
Y aún más: los ganadores -de la periferia periodística-mediática-oenegé- además de ‘altruismo patriótico’, quieren su procurador, su circo romano; y si no, “Otra-Marcha-Verde”.