En el reinado del PLD -que fue por voluntad popular (2004-2020)-, las bocinas periféricas de la oposición vociferaban que no había oposición; e incluso, que el PLD se la hacía el mismo. Ahora, en este gobierno del PRM-Abinader, el fenómeno se agravó: ni siquiera los perremeístas, como lo hicieron en algún tiempo Albuquerque y Guido, la hacen, pues ambos ya están incorporados en el tren gubernamental. Y ni hablar de la “oposición” que es como una suerte de cerveza light.

El PLD y la FP -dos alas de una misma ave; a pesar de matices- adolecen de falencias y silencios-críticas inexplicables frente al actual gobierno; y, en consecuencia, la oposición frontal la están haciendo, ¡increíble!, influencers, plataforma comerciales y de naderías, periodistas de vieja data -viejos zorros que saben buscársela- y una que otras voces periodísticas respetables que se han quedado solas en el firmamento. De los periódicos impresos -esos especímenes en vías de extinción si no se actualizan- pocos se atreven a ir más allá de la noticia, pues rehúyen armar y sostener equipos de investigación periodística de denuncia que le metan el diente a las diabluras del poder -corrupción pública-privada (a pesar de los expedientes exóticos que, como show de evasión, conflictos de intereses o persecución política, hacen de dominio público), despilfarro público, narcopolítica, inobservancia de las leyes, islas de poderes, agendas supranacionales que manejan y deciden sobre asuntos nacionales neurológicos y estratégicos (frontera-migración). En fin, que eso que se llama oposición política de partidos anda como de vacaciones o de expresión esporádica (de seguir así, tendremos “oposición política” de zafra electoral). Y eso, desde cualquier ángulo, da pena y vergüenza.

Y es duro admitirlo, porque una oposición política aguerrida y sensata es buena y necesaria en una democracia; e incluso para cualquier gobierno, pues jugaría un contrapeso político-institucional; que estamos lejos de que el Congreso o la Justicia jueguen -por las razones que todos sabemos: vivimos en una democracia frágil y de colindancias para peor-.

Ojalá, en algún momento, los partidos políticos se pongan las pilas y no sigan dejando ese rol -oposición y política- a los actores antes señalados, pues, en mayoría, dejémonos de cuentos, son políticos “de la secreta”; o peor, francotiradores tras fortunas y retazos de poder, aunque, también haya orates a los que les hiede la azotea y “periodistas” más que mercenarios dizque pontificando sobre democracia, libertad de prensa y defensa injustificable vía el chantaje, corrupción-delincuencia disfrazada y el negocio del “pinchazo “.

Insistimos, gracias a Dios que aún nos quedan algunas que otras voces de aquel periodismo apegado a cierta deontología periodística; y unos partidos que aún están a tiempo de reivindicarse, digo, si quisieran.

Por último: ¿dónde está la oposición política? ¿En qué estado de sonambulismo político y social es que vivimos? O sencillamente, ¿el sistema de partidos políticos, en el país, ya colapsó? Creo que sí, porque reelegir, sin ton ni son -sin oposición política partidaria-, al Dr. Román Andrés Jáquez Liranzo, cuando la tradición, cuasi establecida, era la de un periodo electoral y nada más, eso deja mucho que pensar de la oposición política que nos gastamos cuando todos vimos (proceso-campaña electoral 2024) el dejar hacer y cómo la narcopolítica financió campañas y asaltó parte de los poderes públicos (alcaldías y Congreso). Ese es un “legado” o precedente nocivo y degradante político e institucional, que ojalá no nos conduzca, más tarde que temprano, a un narcoestado.

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