Nuestra patria cuenta con importantes personalidades, que en el siglo pasado se dedicaron a valiosas actividades políticas, educativas, sociales o alguna otra que engrandecieron el honor de esta patria de todos.
Entre esas figuras extraordinarias se destaca el doctor Federico Henríquez y Carvajal, destacado poeta, periodista, político, maestro y rector de la primera Universidad del Continente Americano, además de que fue un gran ensayista y orador académico.
Nació en la ciudad de Santo Domingo, el 16 de septiembre de 1848, razón por la cual aprovecho este mes que registra su nacimiento para escribir este artículo.
Si notable fue el ejemplo del Dr. Federico Henríquez y Carvajal como civilista y maestro, no menos lo fue como escritor polifacético. Su larga vida como periodista y publicista de alcance internacional, hicieron de él un referente al que todos se dirigían con admiración y respeto.
Basta recordar que fue a él a quien Martí le dirigió desde Montecristi, después de llamarlo amigo y hermano, el 25 de marzo de 1895 la célebre carta que ha sido consagrada como el testamento político del apóstol de la Independencia de Cuba.
Fue un consecuente defensor de la independencia de la hermana República de Cuba y así lo han reconocido la prensa y destacados intelectuales de ese país. Confirma esta aseveración el hecho de que en 1948 se publicó en La Habana la obra titulada: Todo por Cuba, Homenaje del Municipio de La Habana al preclaro dominicano “Gran Amigo de Cuba, Federico Henríquez y Carvajal, en ocasión de cumplirse cien años de su vida gloriosa”. Municipio de La Habana (1948).
Entre 1892 y 1899 editó la popular revista Letras y Ciencias, así como también Ateneo. Su labor periodística se inició en 1869. Colaboró en El Nacional, El Telégrafo, La Regeneración y El Patriota. Fue también un asiduo colaborador de importantes publicaciones cubanas. Entre ellas El Fígaro, Revista Contemporánea, en La Habana, y en Santiago de Cuba escribió para el Cubano Libre.
En fin, si bien el Dr. Federico Henríquez y Carvajal no defendió con las armas la independencia de Cuba, fue un promotor consecuente de esta causa patriótica, y así lo dejó plasmado en muchos de sus escritos. Ej: Martí, Próceres, Héroes y Mártires de la Independencia de Cuba. Artículos recogidos en un volumen en 1945.
Cabe destacar que fue uno de los amigos y colaboradores más destacados que tuvo don Eugenio María de Hostos en su cruzada a favor de la educación nacional desde 1880, área esta en la que ya el maestro dominicano tenía gran experiencia y un sólido prestigio. Fue en consecuencia, un prominente hostosiano y a él le cupo la triste oportunidad de pronunciar su panegírico en 1903 para despedir el cadáver del ilustre antillano. Entonces dijo de él: América ahí están, y es honrado, si, es honrado decirlo ante el cadáver del ilustre antillano, el venerable maestro, ante el país, ante esta América infeliz, que no sabe de sus grandes vivos, sino cuando son sus grandes muertos.
En su condición de maestro, impartió docencia en la Escuela Normal fundada por Hostos, en el Instituto de Señoritas, creado por Salomé Ureña de Henríquez, siguiendo los lineamientos pedagógicos del sabio educador puertorriqueño. También don Federico Henríquez y Carvajal fue maestro en la Escuela de Bachilleres y en el Instituto Profesional de Santo Domingo.
Se refiere que en su condición de profesor de Derecho Constitucional en el referido Instituto y en la Universidad de Santo Domingo, de la que llegaría a ser Rector (26-9-1930 / 7-2-1933), cada vez que citaba las ideas de Hostos en esa disciplina se expresaba en estos términos. Y como decía el maestro, invocación que sus alumnos debían escuchar de pie, lo cual demuestra el aprecio que dispensó al autor de la “Moral Social”.
Como servidor público fue además, de rector de la Universidad de Santo Domingo, ministro de Justicia, secretario de la Junta Superior de Estudios, Legislador por Puerto Plata, presidente de la Suprema Corte de Justicia, secretario de Estado de Interior y Policía y presidente de la Academia Dominicana de la Historia.
Su muerte, en 1952, se convirtió en una sentida apoteosis de duelo nacional. Sus restos se conservan en el Panteón Nacional, junto a los de su hermano Francisco Henríquez y Carvajal, traídos en 1990 para esos fines desde Santiago de Cuba, donde falleció en 1935 por una comisión que integró el autor de esta entrega.
Algunas de sus obras: Ramón Mella (1891), Discurso Pro Duarte (1915), Páginas Selectas (1918), El Monólogo de Enriquillo (1924), Martí, Prócer, Héroes y Mártires de la Independencia de Cuba (1945).