Dios es el Supremo Creador del Universo, y desde siempre cuida y protege a todos los que formamos parte del mundo que Él creó. Sin importar las circunstancias que estemos atravesando, su presencia siempre está con nosotros. En la ganancia y en la derrota, en la alegría y la tristeza, en la salud y en la enfermedad, en la claridad y en la luz, en el amor y en el dolor, en fin, en cada instante de nuestras vidas ahí está la presencia de Dios como soporte y guía para nunca perder la esperanza.
En un artículo anterior afirmé: “En estos tiempos de tantas tribulaciones y de momentos difíciles para muchas personas, hoy más que nunca debemos entender y asumir el hecho cierto de que nuestro Dios siempre está a nuestro lado y que, sin importar las circunstancias, Él nunca nos abandona”.
Dios siempre está con nosotros, como Padre Celestial, siempre tiene para con sus hijos amor, consuelo, misericordia y gracia. Nuestros padres terrenales hacen todo por nosotros aquí en la tierra, nos protegen, nos cuidan, nos aman, nunca un padre terrenal dejará que su hijo sufra o le suceda algo sin él entregar todo lo que sea necesario para proteger a ese hijo. Si eso es nuestro padre terrenal, aun mucho más lo hará nuestro Padre Celestial.
Dios nos ama profunda e intensamente. Él nos cuida y nos protege por encima de todo y contra todo. En muchas ocasiones somos nosotros lo que nos alejamos de Dios, y luego queremos pedirle cuentas porque nos abandonó y nos pasaron cosas difíciles. Dios nunca se aparta de nosotros, somos nosotros los que nos alejamos de Él cuando nos abruman los problemas o las situaciones que no sabemos manejar. Dios nunca nos deja solos. El Salmo 16:11 dice que Dios es quien “nos mostrará el camino de la vida; nos concederá la alegría de su presencia y el placer de vivir con nosotros para siempre”.
Los seres humanos estamos afanados de manera permanente por lo que vamos a comer, a beber o a vestir. Ese afán cotidiano nos aparta de Dios. En el evangelio de Mateo capítulo 6, versículos del 31 al 33, Jesús dice lo siguiente: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas serán añadidas”. Y así es, si buscamos a Dios por sobre todas las cosas y siempre lo tenemos en nuestros corazones, todas las cosas de estas tierra, todo lo que necesitamos para vivir, todo será añadido.
Dios es lo fundamental en nuestras vidas, todo lo demás es secundario y será añadido. Cuando atravesamos momentos difíciles (una enfermedad, un proyecto que no se da, la pérdida de un ser querido, un grave problema económico, una desilusión amorosa, una derrota en un proyecto anhelado) pensamos que Dios nos ha abandonado, que no nos ama, que nos ha olvidado y asumimos sentimientos de angustia, tristeza y hasta rebeldía, llegando incluso en casos extremos a renegar de la existencia de Dios.
Es necesario entender que precisamente en aquellos momentos de mayor tribulación y desesperación, Dios está con nosotros. Él es nuestro Padre Celestial y nunca nos abandona. Si Él cuida de las aves, la tierra, los peces y de todo, cómo no nos ha de cuidar a nosotros, que somos hijos especiales y queridos por Él. Dios nos ama tanto que fue capaz de entregar la vida de su hijo Jesús, para que nuestros pecados fueran perdonados y podamos alcanzar la vida eterna.
Debemos estar conscientes de que el dolor o la tribulación momentánea no pueden alejarnos de Dios, porque Dios es amor y siempre está con nosotros para cuidarnos y protegernos. Nunca, nunca, nunca, nos alejemos de él, de su amor, de su gracia y su misericordia. El profeta Isaías nos llama a confiar que Dios nunca nos abandona. Él vivió muchas situaciones difíciles y en todo momento se sintió amado y protegido por Dios. En el capítulo 43, versículo 2 y 3, el profeta Isaías afirma que en sus momentos difíciles el Señor le dijo: “Cuando pases por aguas profundas, yo estaré contigo. Cuando pases por ríos de dificultad, no te ahogarás. Cuando pases por el fuego de la opresión, no te quemarás; las llamas no te consumirán. Pues yo soy el Señor, tu Dios…”. Eso es lo que hace nuestro Dios con todos los que le buscan, le aman y le obedecen.