Descendiente de los lobos, emparentado con los coyotes, el canis lupus familiaris, es decir el perro, es la mascota más común, aunque el mundo está tan loco que muchos tienen gatos, hamsters, conejos, loros y hasta lagartos.
Según el profesor Australio Pithecus, el perro es tan sabio que su primer aprendizaje es no esperar que el humano se comporte como él, porque si así fuera no haría falta cuidarlo, por eso el perro desarrolla una solidaridad con el humano de la que ningún humano es capaz ni siquiera con sus semejantes.
El investigador hace notar que estos animalitos generalmente tienen una cama propia para descansar (casi no hacen otra cosa) pero también consideran que el sofá puede ser útil para eso, y de nada sirve correrlos de ahí porque al menor descuido regresarán y nos ganarán por cansancio… (pobrecito, es apenas un perro, quizás considera normal desparramar restos de pelos por todas partes).
Algunos tienen juguetes propios, pero si se aburren con esos huesos de plástico o pelotas rellenas, descubren que los tenis, zapatos y chancletas también sirven para jugar, y simplemente se los apropian.
Si se los saca a pasear por las calles o por algún parque, hay que llevar una bolsita para recoger sus heces, so pena de ser amonestado por cualquier tipo o tipa, de esos que no tienen nada que hacer y andan paveando por ahí, y están atentos a ver si el perro dejó su pupú y se ponen a joder con que la contaminación y mantener las aceras limpias y todas esas vainas ¿vio?
Cuando el animalito reclama atención, casi siempre mientras uno mira la tele o lee el periódico, no crea que un par de caricias bastarán para dejarlo tranquilo, el tipo insistirá hasta que dejemos todo y nos ocupemos exclusivamente de sus necesidades afectivas, porque a él no le interesa el béisbol, ni el fútbol ni la política (es que son sabios los perros).
Habrá que mantener siempre su plato de comida y de agua llenos, porque a él le da hambre o sed en cualquier momento, también hay que bañarlo regularmente, con su propio champú, y cortarles las uñas además; de ahí que la pregunta del millón, según el erudito investigador Australio Pithecus es esta: ¿No será que el que verdaderamente lleva una vida de perro es el dueño?