“Si pudiera vivir nuevamente mi vida,/ en la próxima trataría de cometer más errores,/ no intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. /Sería más tonto de lo que he sido,/ de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad”. Así comienza el poema Instantes, o también Valgo o Valoro, supuestamente de Borges, Pablo Neruda o García Márquez, según quien lo copia en las redes, o se lee en programas de radio y se cita en antologías y libros de autoayuda. Ninguno de los tres grandes autores lo escribió, sino que se publicó por primera vez en la revista americana College Humor, en 1935, su autor es Don Herold, y el título “I’d pick more daisies” (Recogería más margaritas).
Otro error es atribuírselo a una poetisa llamada Nadine Stair. El texto menciona a Dios, y aunque entre los grandes temas de Borges figuran la filosofía y la teología, él era agnóstico.
Además, el texto entremezcla supuestas premisas filosóficas que son más bien consejos para pasar buenos momentos, para lo cual basta con ir a una agencia de viajes, a un bar o a un gimnasio.
El supuesto poema se parece tan poco a lo que Borges plasmó en sus obras, en sus ensayos y cuentos, que solamente las personas que jamás han leído sus historias, como Tres versiones de Judas, Las ruinas circulares, El milagro secreto o El acercamiento a Almotásim, pueden llegar a pensar que escribiría ese burdo decálogo de autoayuda.
Lamentablemente las redes sociales carecen de los controles necesarios para evitar este tipo de confusiones y este texto, atribuido una y otra vez al pobre Jorge Luis Borges, continuará circulando como una “fake news”.
Fragmentos de un evangelio apócrifo, un poema que Borges sí escribió, contiene estas frases, sustancialmente diferentes: “16. No hay mandamiento que no pueda ser infringido, y también los que digo y los que los profetas dijeron. 17. El que matare por la causa de la justicia, o por la causa que él cree justa, no tiene culpa” y finaliza con una ironía, un arte que Borges también dominaba a la perfección: “Felices los felices”. Sería inútil recomendar a los internautas que verifiquen las fuentes de lo que publican, porque los grandes escritores y casi todos los apasionados por la buena literatura, escriben para un mundo que ya no lee.