En el complejo universo de la literatura, donde los escritores juegan a ser dioses que inventan mundos y realidades, el plagio es una plaga que contamina y decepciona, sobre todo cuando algunos “grandes” y otros “agrandados” se apropian de ideas, estructuras, párrafos y páginas enteras que no les pertenecen pero intentan pasar como suyos. Pablo Neruda tuvo que aclarar que el número 16 de sus “20 poemas…” es una paráfrasis del poema 30 de “El jardinero”, del poeta hindú Rabindranath Tagore.

Alex Haley, el estadounidense autor de la novela “Raíces” que se convirtió en una exitosa miniserie, copió pasajes enteros de la obra “El africano” de Harold Courlander, escritor y antropólogo también americano.
Arturo Pérez Reverte, prolífico autor español, creador del detective Falcó y del capitán Alatriste, tuvo que pagarle 200 mil euros al cineasta Antonio López Vigil por plagiar el guion de la película “Gitanos”, copia de “Corazones púrpura” escrito por este último.

Para muchos, las obras de Paulo Coelho ni siquiera son literatura, sino autoayuda y filosofía barata. Uno de sus plagios más sonados es su libro “El alquimista, novela sobre los sueños y el destino”, en la que un pastor español duerme en una iglesia abandonada y sueña que en Marruecos hay un tesoro que lo espera.
El joven sale de España en busca de su sueño, es decir el tesoro, conoce al alquimista, lo toman prisionero, un bandolero árabe le dice que él también soñó con un tesoro oculto en una iglesia abandonada y que jamás se lo creyó. El protagonista regresa a España y desentierra el tesoro en la misma iglesia abandonada.

La historia pudiera calificarse de maravillosa pero… he aquí que en el libro de Las mil y una noches, escrito en siglo X, un hombre de El Cairo que antes era rico pero ahora es pobre sueña en su jardín con un tesoro en Persia, en Isfahán. Viaja en busca de su sueño, es decir el tesoro, lo meten preso, lo torturan y el capitán de policía le da unas monedas y le dice que él también soñó con una casa en El Cairo donde hay un tesoro enterrado, el protagonista regresa a su casa, y allí lo encuentra.

Acaso el plagio sea un homenaje que la envidia rinde a la creatividad (ajena) pero incluso así, es un delito detestable que no puede tolerarse.

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