La expresión vicios de redacción no se refiere a un redactor, periodista o escritor que se droga o se emborracha para escribir (hay algunos que sí), sino al mal uso del lenguaje.

El verbo iniciar, (una epidemia en este país donde nada empieza ni comienza, sino que todo inicia) no puede usarse sin un sujeto expreso o tácito que realice la acción de iniciar, él inició, Marcos inició, se inició. Sucede lo mismo con los verbos aplicar, entrenar y destacar. Un equipo o un deportista no entrenan, sino que se entrenan, porque cuando alguien entrena está entrenando a otro, cuando alguien destaca, está destacando algo externo, una modelo no destaca en la alfombra roja, sino que se destaca.

Estos vicios llenan páginas y avisos publicitarios, lo que denota además del desconocimiento del idioma español tan rico en sinónimos, una pobreza de vocabulario que no puede atribuirse sino a la falta de lectura, y una persona cuya misión es escribir, nunca podrá hacerlo bien si no lee.

En una columna anterior ya hablamos de los gerundios, y cuando se encuentran titulares como “Preparando el proceso electoral” dan ganas de preguntar si el profesor de redacción del periodista fue Tarzán o Toro Sentado (Tarzán cruzando selva, Toro sentado matando carapálida).

Un periodista español inventó el término “archisílabo” para referirse a otro vicio; usar términos que pueden parecer profundos, pero se usan mal, así; en lugar de análisis los dominicanos se hacen analíticas, en lugar de afrontar problemas enfrentan problemáticas, en lugar de descacharrar hacen descacharralizaciones… y paramos ahí.

Una función implícita de la prensa escrita es servir de modelo de redacción ante sus lectores, sobre todo si tenemos en cuenta que muchos de ellos son estudiantes que se informan a través de los periódicos, y podrían tomar como referente equivocado muchas expresiones incorrectas que aparecen en los textos.

Cierto es que muchos errores no son de exclusiva responsabilidad del periodista, porque cada texto pasa por varias miradas, incluida la del corrector de estilo, pero nada es más lamentable que la repetición casi infinita del mismo término, muestra de pobreza lingüística, de escasa formación y de un paupérrimo nivel de lectura.

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