Lolita, una extraordinaria novela de Vladimir Nabokov en la que un hombre mayor se enamora de una jovencita, tiene una precuela, también del mismo autor, titulada El hechicero, con la misma temática y el mismo final trágico para el protagonista masculino. Lolita fue llevada al cine en demasiadas versiones diferentes, con cambios en la trama o en el final, casi siempre con el morbo que despierta la relación entre un adulto y una niña. Lolitas eran antes las muchachitas que frecuentaban discotecas, que presumían o eran presumidas por adultos adinerados, ahora simplemente son “chapiadoras”.
En los años 70 una película titulada “Morir de amor”, protagonizada por Annie Girardot, basada en la historia real de Gabrielle Russier, una profesora de más de 30 años que se enamoró de un alumno de 17, fue un éxito de taquilla por la maestría con que el director francés André Cayatte trató el tema, mientras que Charles Aznavour estrenó simultáneamente una canción con el mismo título, inspirado en la historia.
En 1971 se estrena Verano del 42, dirigida por Robert Mulligan con una nunca tan hermosa Jennifer O’neill en el papel de Dorothy, basada en las memorias del escritor Herman Raucher, que narra las vacaciones de dos adolescentes, uno de los cuales pasa una noche apasionada con Dorothy.
Al día siguiente el jovencito encuentra la casa vacía y una nota en la que ella le explica que debe regresar a la ciudad, le desea todo lo mejor y le dice que alguna vez él sabrá explicarse y aquilatar lo sucedido esa noche. Otra carta, en la misma mesa, le informa a Dorothy que su esposo ha muerto en la guerra.
El caso de la maestra estadounidense Mary Kay Letourneau, que violó a su alumno de doce años y fue a la cárcel pero finalmente se casó y tuvo hijos con él, fue tema de documentales, programas de televisión y discusiones jurídicas que, aunque ella murió de cáncer en 2020, todavía ocupan la atención de los medios y de los especialistas en conducta.
El arte no absolvió a Humbert ni a Arthur, protagonistas masculinos de Lolita y El hechicero, quizá fue más condescendiente con Gabrielle Russier y con Dorothy porque son mujeres (Russier se suicidó y nunca sabremos si existió Dorothy) pero seamos claros; este tipo de relación es simplemente un delito.