La relación entre cuento y mentira es tan añeja que resulta difícil establecer la diferencia, se dice que meter un cuento es mentir, y en esa misma línea entra también el chisme, que incluye la indiscreción; o sea revelar detalles de la vida ajena que pueden ser ciertos o no, porque en cada chismoso hay un fabulador que siempre inventa de más.

De ahí que acaso no sea tan desacertado definir a los escritores, en su mayoría, como fabuladores consuetudinarios, aunque los cuentos literarios no se consideren chismes ni mentiras, sino invenciones que tienen un objetivo ulterior, como entretener, criticar o transmitir un mensaje.

Borges escribió una vez un cuento tan genial, un resumen de una novela que no existe, escrita por un novelista que tampoco existió, pero comentada por críticos literarios que sí existieron y a los que él cita sin ningún pudor. Esos párrafos iniciales de El acercamiento a Al-motásim, le dieron tanta credibilidad al relato que su amigo Bioy Casares mandó a pedir un ejemplar de la novela a la editorial que supuestamente la había publicado. Es que Borges sí sabía “meter el cuento”.

En estos tiempos de redes sociales, cuando las noticias circulan a una velocidad exponencial, las fake news llenan páginas virtuales con chismes y mentiras; todos los días matan a José Luis Rodríguez “El Puma”, a Leo Dan, o le inventan un hijo a cualquier galán de moda, ni hablar de los romances de los famosos y otras zarandajas que nutren el morbo de los lectores de la prensa rosa.

Cuando se habla de “meter el cuento” la gente piensa primero en los políticos, y con razón, porque los proyectos que presentan en sus campañas se les parecen, y se comprueba después, cuando ganan y asumen su cargo, al cambiar el discurso por otro que explica que todo eso que prometieron no se va a poder, así que todo lo anterior era puro cuento.

Las declaraciones (léase cuentos) de los ministros de economía incorporan el eufemismo, con eso explican que habrá crecimiento cero o crecimiento negativo, es decir un crecimiento que no crece o en realidad retrocede.

Así que, si “meter el cuento” es un arte, yo me quedo con los que lo saben hacer; Cortázar, García Márquez, Augusto Céspedes, Roa Bastos, Saki, Juan Bosch o Manuel del Cabral, cuyos cuentos sí merecen figurar en la eternidad.

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