Seducir es un arte y esto es algo que no necesita explicación, aunque sí hay que diferenciar las formas en que lo hacen las mujeres y los hombres. El sabio investigador Australio Pithecus dice al respecto: “Los hombres buscan seducir con cuerpos musculosos, ropas elegantes o autos caros, pero es un error. Es casi una burda copia de cómo seducen las mujeres, pero a las féminas, su papel de prolongadoras de la especie las lleva a buscar seguridad, de ahí que se enamoran del tíguere malo porque piensan que les brindará protección, del tíguere con cuartos porque quieren seguridad financiera” y casi no hace falta mucho más, según don Australio Pithecus. “A veces se enamoran de un poeta pero cuando lo tienen le exigen seguridad, y cuando tienen la seguridad añoran al poeta que ya ha dejado la bohemia para trabajar arduamente, cuidar su cuenta de banco y su tarjeta crédito, así no hay poeta que aguante” dice este ilustre pensador.

La investigadora Anacleta Borda Lesa en cambio dice que las mujeres son más bien soñadoras, por eso se enamoran de los galanes de telenovelas y anhelan vivir esas vidas de ensueño que comienzan justamente en el último capítulo, es decir después de haber sufrido, llorado y tolerado cuernos, cuando llega el brevísimo happy end, lo que resulta un poco difícil de entender.

En estos tiempos globalizados, cuando hay cada vez más mujeres con títulos universitarios, empoderadas y económicamente independientes, cuesta entender por qué se las ve acompañadas de “cascotes” impresentables que lo único que tienen para lucir es el contenido de su billetera, como si se dejaran conquistar por esos engendros solo para hacer sufrir a los hombres de espíritu sensible que, para peor, son pobres. De esa situación surgen las letras de tango y la mayoría de las bachatas de amargue, dice el profesor Australio Pithecus.

Según otro especialista, el investigador japonés Mirakomotu Tepintas, las mujeres para seducir siguen repitiendo rituales ancestrales que buscan resaltar sus atributos y sus rasgos, para tornarlos llamativos, en una especie de ceremonia íntima y tribal semejante a las sesiones de maquillaje antes de una cita o, más concretamente, dice el profesor Mirakomotu Tepintas: “Las mujeres son como los indios, se pintan cuando quieren guerra”.

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