El último libro de Giovanni Sartori (1924-2017): “La carrera hacia ninguna parte”, es una suerte de advertencia-insistencia académica-histórica, y si se quiere política-cultural sobre varios fenómenos universales cuyo epicentro es el conflicto Oriente-Occidente (“choque de civilizaciones”), pero del que América Latina y el Caribe, de alguna forma, ya empiezan a padecer desde una perspectiva no del todo consciente (por algunos de sus líderes); aunque, y sin reparar, en la distinción-formulación de la “ética de la intención” de Max Weber, y precisamente, en contraposición a su otra “ética de la responsabilidad”.
Ambas distinción-formulación éticas weberianas, disgregadas por Sartori, tienen connotaciones y consecuencias sociales, históricas y culturales que no debemos dejar de soslayar por la disyuntiva socio-demográfica que nos depara, con su consecuente peligro de disolución de nuestra definición étnica-cultural. Nos referimos, por supuesto, al fenómeno de la migración y sus bemoles.
Pero veamos cómo lo recrea-plantea Sartori: “La primera [la ética de la intención] persigue el bien (tal cual lo ve) y no tiene en cuenta las consecuencias. Aunque el mundo se hunda. La buena intención es lo único que vale. La ética de la responsabilidad, en cambio, tiene en cuenta las consecuencias de las acciones. Si las consecuencias son perjudiciales, debemos abstenernos de actuar” (O. cit., pág. # 81). Al respecto, y de modo histórico-ilustrativo, Sartori pone el siguiente ejemplo:
“Cuando los británicos abandonaron la India, en la segunda posguerra, la división entre hindúes y musulmanes no entraba en sus planes. Ni siquiera Gandhi la quería, pero los musulmanes prefirieron tener su Estado (Pakistán), que luego generó Bangladés al otro extremo del subcontinente. Pese al traslado increíblemente sangriento de las poblaciones musulmanas indias a Pakistán y Bangladés, aun quedan en la India catorce millones de musulmanes, que representan el grupo étnico-religioso más numeroso después de los hinduistas: el 1, 80 por ciento. Estos musulmanes, que son extremadamente pobres y muy maltratados, resisten y no se integran. Después de más de mil años siguen siendo islámicos y enemigos de los hindúes” (O. Cit., págs. # 80 y 81).
Entonces, para nuestro caso, cobra pertinencia la disyuntiva-formulación de Weber sobre la “ética de la intención” y la “ética de la responsabilidad”. Y más si sabemos que la proyección demográfica -RD-Haití- para el 2030, según la CEPAL, será de casi ¡25 millones de habitantes! Algo para pensar-planificar -sin prejuicio de ninguna índole-, ¿o no?