Hay un grito, a sotto voces, en las redes sociales sobre la modalidad de “periodistas” y actores de la “sociedad civil” que han devenido en políticos; o más bien -si lo miramos desde la militancia política abierta, comprometida y partidaria- de anti-partidos que, usaron la Marcha Verde para posicionar electoralmente al partido que hoy ejerce el poder -el PRM-; y, producto de ese activismo, agenciarse cargos en la actual administración. En realidad, nada nuevo, excepto, que estos actores o “políticos de la secreta” -como acertadamente los radiografió el extinto periodista Rafael Molina Morillo- se amparaban en un supuesto periodismo “objetivo” y activismo social de adecentamiento de la vida pública, la política y el ejercicio del poder bajo la sombrilla “fin de la impunidad” y “transparencia” que, curiosamente, al menos transparencia política, nunca tuvieron, pues resultaron eso: “políticos de la secreta”; y encima anti-partidos.

Entonces, no sabemos por qué la sorpresa por la compilación de una lista de “independientes” que todo el mundo sabía el color-refajo de sus preferencias políticas-electorales y los fines de sus prédicas “redentoras”: acceder a un puesto público, como cualquier militante político.

Ahora bien, como en la milicia el grado o escalafón de general tiene una doble condición: es un ascenso en la carrera de las armas, pero también, aquí o en la China, una distinción-designación política -en cierto modo, eso lo sabe todo el mundo-. Igual vale para el rango de embajador: es una aspiración o coronación de una carrera: la diplomática, pero también es una distinción a un profesional, activista social o político-. Discutir lo anterior, es una inocentada; de modo, que no se explica que un embajador se haga el pendejo y no sepa que, en un partido -cualquiera-, además de cuadros políticos, hay, también, cuadros técnicos tan calificados o más, como puede haber en el mercado privado o de la “sociedad civil” (otro partido político).

Sin embargo, lo único que se puede sacar, como enseñanza a los partidos y a los movimientos cívicos-ciudadanos -como fue Marcha Verde (que debió lograr, además de visibilizar y apropiar a la población del flagelo corrupción pública-privada -su mejor logro-, conquistas concretas: planes de viviendas, aumentos de salarios públicos y privados, mejores servicios públicos y una que otra reforma) es que tienen que estar más atentos ante estos “periodistas” pseudo objetivos e independientes, pues generalmente privilegian ciertas agendas supranacionales, y una vez instalados en los poderes públicos suelen obviar que sus designaciones llevan el sello de la política.

No obstante, no es nada pecaminoso que un/a profesional equis acceda a un puesto público -es un ciudadano-; pero no sé porque, en nuestro subdesarrollo metal, hay que estar ocultando preferencias políticas y derechos ciudadanos que nuestra Constitución consagra. En fin, que un periodista o activista social decida hacer activismo político a favor de un partido o un candidato no debería ser un ejercicio solapado o de doble moral, sino abierto. Por supuesto, para algunos, es mejor ver cara de pendejo en los demás que confesar bando -¡ay, el vate L. Mateo y aquella entrevista (2020, al fragor de la campaña) con el que dijo-escribió, había “degradado la política” y el ejercicio del poder como nadie en nuestra historia, y cómo terminaron aliados!-. ¡Cosas veredes, Sancho…!

Ojalá, la nueva generación de periodistas no tenga como referentes a esos actores políticos solapados, sino a periodistas de la talla -luces y sombras- de Rafael Herrera, Emilio Ornes, Orlando Martínez, Orlando Gil, Molina Morillo, entre otros -aun vivos- que supieron ser ciudadanos comprometidos; pero que no faltaron a la verdad -hasta confesando sus errores-. Porque, al final, un periodista o activista social no es un policía o juez ni tampoco un redentor, es simplemente, un ciudadano que escogió la profesión de informar en apego a la verdad contrastable; y eso no impide que tenga simpatías políticas, o que acceda a un puesto público sin caer en panfletismo, propaganda o bocina a sueldo.

¡De esos “referentes” -o actores políticos solapados- y vicios-desvíos, aléjense…!

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