Cierto que el debate televisado de Biden con Trump fue ponerle la tapa al pomo, pero verlo como punto de partida de la hecatombe es desconocer que desde hace tiempo exhibía en público un creciente deterioro mental. Sorprende que los bombillitos de alarma de sus compañeros de partido no se encendieran en febrero, con el demoledor informe del fiscal especial Robert Hur, que descartó acusarlo por el caso de los papeles clasificados “porque a un jurado le daría pena condenarle en su estado mental”. Hur entregó al Congreso un informe de 388 páginas, de cuya lectura se puede concluir que Biden estaba tan mal, que no resistiría un interrogatorio a fondo. Lo único cierto del debate es que haber acudido fue una tremenda maldad, quizá intencional, de su círculo cercano.