Del 21 al 28 de enero pasado, estuvimos en una visita partidaria en la República Socialista de Cuba, agotando un programa de reuniones e intercambios con diferentes dirigentes de la Revolución Cubana e instituciones académicas, sociales y culturales, lo que nos permitió tener un conocimiento más actualizado y profundo sobre la realidad socio económica por la que atraviesa esa heroica nación.
Tuvimos la oportunidad de conversar con el presidente de la República Miguel Díaz Canel, visitar la sede de la Asamblea Nacional del Poder Popular y conversar ampliamente con su presidente, Esteban Lazo Hernández; también conversamos con el jefe del Departamento de Relaciones Internacionales del Comité Central el Partido Comunista de Cuba -PCC-, Emilio Lozada García, con el miembro del Buró Político y secretario de Organización del CC del PCC, Roberto Morales Ojeda y con el vicejefe del Departamento de Relaciones Internacionales del CC del PCC, Juan Carlos Marsan Aguilera; igualmente, con Fernando González Llort, presidente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos -ICAP-, sostuvimos reuniones con la Unión de Jóvenes Comunistas -UJC-, con la Universidad del Partido Ñico López y visitamos otras entidades de carácter cultural e histórico como el recién inaugurado Centro Fidel Castro Ruz.
Durante esta importante visita pudimos percatarnos de que los primeros en reconocer la difícil situación económica que padece esta nación como consecuencia del bloqueo impuesto por los Estados Unidos de Norteamérica y sus aliados, y los efectos sociales ante la población, son los líderes de la Revolución con los que tuvimos oportunidad de conversar. Nos explicaron, de manera amplia, cómo Cuba ha sabido sobrevivir y resistir durante 65 años esta política de terrorismo económico y toda clase de terrorismo, que ha incluido intentos de magnicidio contra el fenecido líder de la Revolución, Fidel Castro y otros líderes de ese proceso.
Lo que sí me queda muy claro es que la difícil situación por la que atraviesa ese heroico pueblo no es por incapacidad de los líderes de la Revolución ni por corrupción, como suele suceder en los gobiernos neoliberales. Ahí no hay injusticia, no hay desigualdad social ni incapacidad, en esa Revolución hay humanidad, solidaridad, conocimientos científicos, tecnológicos y gran firmeza ideológica, pero el bloqueo los estrangula para que se rindan. Y el imperialismo norteamericano se niega a reconocer que, si en 65 años de bloqueo no han podido doblegarlos, deben rendirse y entender que no podrán.
La clave de esa resistencia, que como la califica el presidente Díaz Canel es resistencia creativa, consiste fundamentalmente en la unidad de sus dirigentes y en la conciencia de su pueblo.
Desde 1960 los Estados Unidos han construido una amplia red de sanciones contra Cuba que abarca todos los ámbitos de la vida social e impacta profundamente las condiciones de vida de los cubanos, sanciones que violan el derecho internacional en todos sus aspectos, como son la Carta de las Naciones Unidas sobre la protección de la Soberanía, la Libre Determinación y la Prohibición de la Intervención, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 1948, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, de 1966, así como disposiciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC), sobre la protección de la libertad de comercio, entre otros.
Por citar sólo un ejemplo de los impactos de esta aberración, durante el período entre abril de 2019 y marzo de 2020, el bloqueo estadounidense causó pérdidas en el sector salud que ascienden a 239 803 mil 690 millones de dólares, casi 80 millones más que las pérdidas registradas en el período anterior a la pandemia del Covid-19. El bloqueo también ha provocado una reducción en el suministro de combustible, lo que incide en todos los esfuerzos del sector industrial, en la producción agrícola, con consecuencias dramáticas para la población.
La política estadounidense del bloqueo contra Cuba está centrada en una serie de legislaciones y disposiciones administrativas aberrantes, por ejemplo la llamada Ley de Comercio con el Enemigo, sólo vigente para Cuba, prorrogada por un año más por el entonces presidente Trump, entre otras como la Ley Torricelli, la Helms-Burton, que disponen amplias sanciones en los ámbitos comerciales, financiero, turístico, humanitario, con el objetivo de destruir los logros sociales, económicos y culturales de la Revolución de 1959, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno.
El 4 de noviembre de 2023, la Asamblea General de las Naciones Unidas por una abrumadora mayoría (287 votos contra 2 y 1 abstención), por 31 ocasión se ha expresado a favor de levantar el bloqueo contra Cuba, entendiendo que viola el derecho internacional y que se basa en decisiones y medidas unilaterales que como tal son ilegales. No obstante, Estados Unidos y su aliado Israel persisten contra la mayoría. Dado que se han visto derrotados en su pretensión, ante estas abrumadoras votaciones y frente a la resistencia de Cuba, ahora se inventan incluir a Cuba junto a otros cinco países en la llamada lista negra de terrorismo.
Pese a esta irracionalidad estadounidense, pese a la precaria situación económica que vive el heroico pueblo cubano, el liderazgo político de Cuba procura mantener, contra vientos y mareas, las conquistas fundamentales de la Revolución, como son la humanidad, solidaridad, educación gratuita a todos los niveles, salud gratuita, entre otras conquistas de la base originaria de su proceso revolucionario. Es la razón principal por la que refirmamos que Cuba es fuente de dignidad.