Pensaba no escribir, este fin de año, de política y sus derroteros; pero un artículo, en parte, sobre un hombre trascendente que, para valorarlo -en su justa dimensión-, no había, necesariamente, que conocerlo o tratarlo para saber de la impronta empresarial y social que don Alejandro E. Grullón legó a la sociedad dominicana.

Pero remembrar ese legado y, al mismo tiempo, traernos un aporte, una amistad -la de Bosch y “el burgués”- para terminar, como acaba de hacerlo el señor Almeyda en su atalaya del pasado lunes, con una comparación-amnesia imperdonable: “la razón histórica del PLD” y la acusación de que “…fue asaltado y sus estructuras políticas utilizadas por su cúpula para propósitos personales”. Y uno, ante semejante desmemoria, se pregunta: y es que este señor borró, de su registro de encumbrado exfuncionario público, que, hasta el año pasado -y casi los 20 años de gobierno peledeísta- fue ministro y miembro prominente de su cúpula. ¿O es que era invisible, o tal vez (¿?), “un compañerito de las bases”?

Honestamente, creo que el país jamás había sido testigo -público- de semejante descargo acrítico o desmemoria política, pues quién puede olvidar al exministro de Interior y Policía y sus flanqueadores en costosas Harley-Davidson (2006-07). ¡Ay, el poder, sus oropeles y estragos!

No sé, pero traer un gesto altruista -el de don Alejandro a favor de la UASD- y la amistad que el extinto banquero cosechó con el Prof. Juan Bosch, no merecía ser traído a colación, insustancialmente, con la comparación, absurda-abismal, entre un partido -el PLD- y una agencia de empleo llamada FP; por demás bisagra-franquicia cuya única razón de ser es sostener la eterna aspiración del “último caudillo ilustrado” que se gasta el país.

Y el artículo -remembranza (¿?)- del señor Almeyda es más deplorable aun, cuando hemos leído, sobre la vida y el legado de don Alejandro E. Grullón, ponderaciones impecables que, al leerlas, nos remiten a la mejor tradición -literaria-periodística- de testimonio de amistad, grandeza y reconocimiento a una visión privilegiada de un ciudadano ejemplar que como se escribiera en una de esas piezas impecables y oportunas: “Respondía a una filosofía de vida que difería de la burbuja social en que se forjó la pléyade de emprendedores y visionarios cibaeños a los que pertenecía el banquero y filántropo. He ahí otra clave de su personalidad: la cercanía, la apertura, la disposición a escuchar al otro y sus necesidades…”.

Y esa -la cita-, si es honrar una vida, una amistad y un legado; contrario, ligarlo-retrotraerlo con lo político actual y su degradación-correlatos -transfuguismo y despojo de lo institucional-democrático- resulta, mínimo, sintomático o patético. O acaso, ¿no?

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