En la década de los años 90, junto a mi esposa Zinayda y mis dos hijas, Amelia y Cheizi, viví por seis años en la ciudad de Miami. Durante ese tiempo logré conseguir y mantener una gran cantidad de amigos que por su solidaridad, sus afectos y su actitud de servicio y desprendimiento, se convirtieron en hermanos de vida.
En los últimos años dos grandes amigos de esa época, Javier González y Dionis Pérez, se fueron de esta tierra, teniendo todavía muchas cosas para aportar al país y al mundo. Javier González fue Cónsul en Miami por varios años, un hombre bueno, leal y solidario. Fue una de las personas que nos dio apoyo material y moral para lidiar con todo el accionar cotidiano de la vida comunitaria en Miami. Él fue quien me llevó donde el entonces candidato Danilo Medina y me incluyó en su proyecto. Sorpresivamente, Javier falleció en noviembre del 2007, dejando un gran dolor entre todos los que éramos sus amigos.
Dionis Pérez fue otro gran hermano de nuestra estancia en Miami. Dionis era un sinónimo de solidaridad. Desde que llegamos a esa ciudad, Dionis abrió las puertas de sus empresas, de sus funciones en el consulado y de su propia casa, para darle apoyo a mis tareas como comunicador y a mi familia. Siendo uno de los mejores embajadores del país, en Brasil, de forma inexplicable fue cancelado. Pero nunca perdió el sentido de la solidaridad y del amor por los demás. En febrero del 2020, y después de una dolorosa enfermedad, Dionis falleció, dejando también un gran dolor entre quienes le queríamos.
La pasada semana, otro gran amigo nuestro de la etapa miamense nos dejó. Tomás Otaño, un gran hermano de esa época y de siempre, falleció de forma inesperada y sorprendente.
Mientras estaba en su vehículo en una avenida de la ciudad de Miami, esperando que cambiara el semáforo, un desaprensivo pasado de tragos se le estrelló y le quitó la vida. Tomás era un hombre joven, lleno de vida y de esperanza, un emprendedor brillante, un batallador sin límites y un líder de la comunidad dominicana.
Lo conocí a mediados de la década de los 90, siendo él un jovencito muy activo en las actividades de la comunidad. Era dirigente del PRD y uno de los soportes principales de la candidatura del ingeniero Hipólito Mejía. Se destacó mucho en el área de la comunicación y de los comentarios políticos, sociales y culturales. En 1997, me acompaño en la fundación de la filial de Acroarte de Miami y la Florida. Precisamente, mi última conversación con Tomás se produjo el pasado sábado 3 de julio, cuando le llamé para garantizar que fuera a votar en las elecciones de Acroarte para elegir a Emelyn Baldera nuevamente como presidenta de esa entidad. Como siempre, Tomás cumplió con su promesa, y con humildad y compromiso, fue a votar.
Tomás Otaño era un gran ser humano. Siempre solidario. Siempre humilde. Siempre dispuesto a servir y entregarse por los demás. Nunca tuvo una actitud de prepotencia o de arrogancia contra nadie. A pesar de que era un dirigente político destacado, primero del PRD y luego del PRM, nunca se le vio maltratar a nadie ni crear enemistades por diferencias partidarias.
Tomás, más que un amigo, era un verdadero hermano de vida a la distancia. Un tesoro de afectos y solidaridad que Dios puso a nuestro lado. Con su partida, siento un profundo dolor, una gran pena, mi corazón llora lágrimas de tristeza y se estremece de melancolía. Y como nunca, me llegan al alma las hermosas letras de la canción de Alberto Cortez:
“Cuando un amigo se va
Queda un espacio vacío
Que no lo puede llenar
La llegada de otro amigo.
Cuando un amigo se va
Queda un tizón encendido
Que no se puede apagar
Ni con las aguas de un río”
Gracias Tomás por tu amistad. Tu sonrisa y tu solidaridad siempre estarán presentes en nuestra lucha cotidiana por los demás. Es mi profundo deseo que, como hablamos en una ocasión, antes de tu partida hayas abierto tu corazón a Jesús y lo hayas asumido como Señor y Salvador. Si fue así, a pesar de nuestra tristeza, celebramos que hoy estarás en un mejor lugar, al lado de nuestro Padre Celestial.