En las tertulias, me encanta tocar temas que provocan sanas discusiones y debates a veces intensos y hasta enjundiosos, pero siempre con respeto a las ideas del prójimo. Y pregunto, por ejemplo: ¿Quiénes han sido los 3 presidentes dominicanos más astutos? ¿Cuáles son los 5 mejores merengues de nuestra historia? ¿Según su criterio, quién es nuestra cantante más completa? Y ya saben los resultados: nunca hay unanimidad y pocas veces consenso.
En una ocasión, luego de que un pequeño burgués “atacara ideológicamente” al profesor Juan Bosch, cuestioné a cada uno con respecto a los 10 mejores libros que habían leído, a sabiendas de que varios se sentirían incomodos, pues esos apenas habían hojeado revistas deportivas.
Hubo silencio. De inmediato algunos buscaron en sus móviles títulos de novelas olvidadas, autores admirados en una juventud que un día fue tesoro, poemarios, anhelando que aparecieran las oscuras golondrinas y les aclararan las mentes, esforzándose con intención mañosa por encontrar ayuda.
La escena era graciosa. Nadie quería dar a entender que era inculto o poco leído. La vergüenza hubiera sido enorme. Entonces, uno del grupo, para ganar tiempo, me pidió: “Pedro, empieza tú”. Todos me miraron triunfantes, jurando que no podía contestar rápido. ¡Je! Desconocían que ya tenía mi lista preparada y la dije en un santiamén, de forma natural, como si la hubiera inventado en ese momento.
Comencé, con tono seguro intentando impresionar: “Okey, me circunscribiré al género de la novela, destacando que la Biblia es clase aparte, donde mencionaré una por cada autor y sin orden de preferencias; así que, ya saben, estén atentos, pues después esperaré por ustedes”. Ahora, algo incrédulos, prestaron atención.
Y mis preferidas fueron: 1. El otoño del patriarca, Gabriel García Márquez; 2. Ensayo sobre la ceguera, José Saramago; 3. La guerra del fin del mundo, Mario Vargas Llosa; 4. El túnel, Ernesto Sábato; 5. El nombre de la rosa, Umberto Eco; 6. El perfume, Patrick Suskind; 7.Crimen y castigo, Fedor Dostoievsky; 8. Las memorias de Adriano, Margarite Yourcenar; 9. El Quijote, Miguel de Cervantes; 10. Gora, Tagore.
Y ahí mismo empezó la batalla. Como varios no tenían listado, optaron por criticar el mío. “Esa selección está incompleta”, “No tienes gustos literarios”, “Pedro, es absurdo, dejaste fuera a los franceses”; “Eres poco nacionalista, no incluiste a los dominicanos”… y así continuaron, logrando los minutos necesarios para que el asunto terminara sin ellos responder.
Por todo ello, con el arte de la prudencia, cuando haya encuentros de amigos sugiero que hagan preguntas similares y les aseguro que vivirán una gratísima experiencia; naturalmente (lo resalto de memoria y sin ser cortesano) hay que aceptar siempre las diferencias accidentales de cada uno y valorar la tolerancia.