Siento inmensa pena por los miles de seres humanos que han muerto en todo el mundo, incluyendo en nuestro país, por el Covid-19. Pero esa tristeza también la vi reflejada en los rostros de dueños y empleados de autos adornos que visité recientemente en busca de una pequeña aspiradora para limpieza de vehículos. Los observé tirado en una esquina como en espera de la mejoría del panorama, para que no suceda lo más trágico, como sería el cierre del establecimiento comercial, como ha pasado con otros, que no han soportado la embestida de la enfermedad sobre las finanzas de sus propietarios.
De los 8 autos adornos visitados ese día en Santo Domingo Este, solo uno tenía 2 clientes, otro uno y los demás cero, cuando anteriormente había que contar con buen tiempo para ir a esos negocios a comprar e instalar un accesorio, por la alta demanda de sus servicios. En esos comercios se muestra de la peor forma humana el negativo número de un descrecimiento de la economía de un 8% en el primer semestre de este año por el azote de la Pandemia.
Pero esa preocupación e inquietud la percibí en la dulce voz de la directora del colegio a donde educan a mi hijo más pequeño, cuando en un mensaje por WhatsApp explica a los padres las inversiones que ha realizado para garantizar la salud de los alumnos con un método semi-presencial, cuyo inicio e inscripción de los alumnos ella sabe que están rodeados de incertidumbres, por la peligrosidad que implica especialmente para los más pequeños y la pérdida de ingresos de algunos padres de alumnos incluidos en la estadística de los más de los más de 90,000 empleados que han sido despedidos o suspendidos por la Pandemía.
La voz triste de la directora del colegio de mi hijo Dayán también debe ser la misma de sus profesores y otros empleados de ese establecimiento educativo, así como las de otros seres humanos de cientos de centros educativos que funcionan en todo el territorio nacional y la de los dueños de los negocios dependientes de la educación presencial, como son los transportistas de alumnos, los expendios de alimentos de los alrededores de los planteles escolares públicos y privados, entre otros.
Mi mirada, un poco opacada por las lágrimas, no puede dejar de dirigirse hacia otros sectores formales e informales de la economía, cuyos dueños construyeron sus negocios sustentados en la esperanza de obtener el bienestar y el desarrollo personal y de su familia por esa vía, y ahora la oscura situación del Coronavirus ha provocado el cierre de algunos y otros están al borde de hacerlo, porque no están consiguiendo ni para cubrir los costos para pagar locales, colaboradores y servicios.
El nuevo gobierno del presidente electo, Luis Abinader, tiene el reto de preservar la vida de los dominicanos y evitar que la economía nacional llegue a cuidado intensivo, para que podamos sobrevivir, además del Covid-19, al ahondamiento de las depresiones u otros males sociales que puede provocar esta crisis sanitaria, sí se extiende por mucho tiempo.