Reprogramada para el domingo, la elección municipal, la sociedad, oposición y los organismos de observación electoral deberán estar atentos a que de alguna manera la cúpula del PLD insista en cualquier otra maña mala que los ayude a revertir la clara minoría en que se encuentran.
El PLD ha devenido en heredero último de la vieja cultura del fraude, en la que de una u otra forma participaron funcionarios de la JCE. Veamos este breve recuento.
En 1986 a Jacobo Majluta la Junta Central Electoral le desconoció su pacto de alianza con La Estructura, restándole más de 82 mil votos, que no quiso contar, mientras Jacobo perdía la elección por apenas 26 mil votos.
En 1990 a Juan Bosch le hicieron el fraude en el formulario 6, alterando los totales de votos emitidos en los colegios electorales. Ese tipo de fraude se basa en la vieja fórmula de la tramposería política patentizada en que “acta mata voto”.
Que consiste en sustituir los votos emitidos por los electores por el “cuadre” que hacen los tramposos en las actas, en muchos casos mediante la compra de delegados traidores que por dinero permiten que les sean reducidos los votos a sus partidos.
En 1994, a Peña Gómez le hicieron el fraude mediante el dislocamiento de electores previamente identificados. Fue de tal magnitud el dislocamiento, que documentado por Peña y el PRD fue comprobado en una auditoría forense que hizo una comisión de la OEA.
Fue de tal magnitud el dislocamiento que conllevó un recorte del mandato en 2 años del presidente “triunfador” y algunas reformas institucionales.
Ahora, puesta en evidencia la trapisonda que conllevó a la suspensión de las municipales del 16F, corresponde al pueblo que se indignó con movilizaciones y cacerolazos, sepultarlos en votos ciudadanos.
Y si bien es cierto que algunos cambios se hicieron, delegados y observadores nacionales e internacionales y la opinión pública deben estar “ojo pelao” con cualquier intento del gobierno del PLD para apelar al ventajismo que tanto han usado para “ganar”.
Queda pendiente el tema del uso de miembros de la Policía Militar Electoral como instrumento político y de los “masters” supuestos a asistir la operación de los colegios electorales.
Ojo a esos dos factores, observadores, delegados de la oposición.
Sin descartar que usen el coronavirus como recurso abstencionista, porque le tienen miedo a la votación masiva como el diablo a la cruz.