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La espiral de violencia, criminalidad e inseguridad que está viviendo en estos momentos la sociedad dominicana, se ha convertido en uno de los principales problemas para ser enfrentado por el gobierno. Se han disparado como nunca los indicadores de actos de violencia y de muertes sangrientas. Los problemas de enfrentamientos y riñas, las discusiones y situaciones que terminan de forma violenta, hoy día están diseminados en toda la nación y se han convertido en fuentes cotidianas de pérdidas de vidas. Una lamentable y dolorosa cultura de violencia está carcomiendo los cimientos de la sociedad dominicana.
Dos casos graves ocurridos la pasada semana han llamado a poner mucha atención a la necesidad de enfrentar esta cultura de violencia, que se ha enraizado en el tuétano de nuestra población. El primero fue el caso del lamentable asesinato del Ministro de Medio Ambiente, Orlando Jorge Mera, por parte de Miguel Cruz, un amigo cercano que al parecer hacía muchos negocios turbios en aquella institución gubernamental. El segundo caso fue la muerte a balazos en Santiago Rodríguez de una pareja, Kendry y Marielis Vargas, por parte de Carlos Rodríguez García, representante provincial del Ministerio de Industria y Comercio, quien cometió el hecho mientras las víctimas se encontraban compartiendo en un establecimiento de expendio de comida, sin afectar en nada al victimario.
Estos dos casos, unidos a muchos otros que están sucediendo a diario, han puesto a sonar todas las alarmas del gobierno y de la sociedad, para que de una vez y por todas se pueda enfrentar, con mayor fortaleza y efectividad, esta espiral de violencia. Si bien es cierto que algunos de estos hechos se han producido por vinculaciones al narcotráfico o acciones de corrupción, no menos cierto es que se puede dar constancia de que la violencia se ha convertido en una vía para solucionar los problemas entre nuestra población.
En el país no hay un real control de quienes poseen armas. Esa es una de las causas para que la espiral de violencia y criminalidad siga creciendo. Cualquier persona, sin necesidad o sin condiciones mentales, puede tener un arma de fuego. La puede comprar sin problemas y consigue el permiso también sin mayores problemas. Ese es un aspecto al que el gobierno debería prestarle una atención especial y decidirse a colocar reglas más fuertes para quienes deseen poseer un arma y para los que negocian esos permisos de forma irregular.
El otro elemento es desarrollar acciones concretas y permanentes para construir una cultura de paz y de valores en la sociedad. Debemos trabajar duramente para desterrar de una vez y por toda la tendencia de resolver cualquier discusión o cualquier problema con violencia. Pero eso debe empezar con la enseñanza, desde las escuelas primarias y secundarias, de una cultura de paz y de valores a nuestros niños y niñas, y continuarla de manera sostenida y permanente en las aulas universitarias. En ese orden, le sugiero al gobierno del presidente Abinader que retome aquella campaña desarrollada en las escuelas públicas por Andrés Navarro cuando era Ministro de Educación, en la que se enseñaba a los estudiantes a construir una cultura de paz.
Asimismo, exhorto al gobierno y al empresariado nacional a que desarrollen campañas permanentes para orientar y ayudar a las familias y a toda la sociedad, a que esa cultura de violencia termine, y se enraice en nuestra mentes y corazones una cultura de paz, de valores, de respeto, de amor a los demás, de tolerancia, de humildad y de perdón. Esas campañas no deben hacerse de forma eventual o porque hayan un homicidio de alguien importante, sino que deben ser campañas de todo el año, de todos los meses, de todas las semanas, de todos los días y por todos los medios del gobierno y del sector privado. En esas campañas se deben incluir las redes sociales y comprometer a importantes figuras del arte, del deporte, del empresariado, del gobierno, de los medios, que tengan incidencia e influencia en la población y que llamen a construir esa cultura de paz y de valores.
La forma más efectiva para enfrentar la cultura de odio, violencia y criminalidad que carcome el cuerpo social de la nación, es poniendo todo el esfuerzo para desarrollar acciones permanentes en la meta de construir una cultura de paz y de valores que sea asumida y defendida por la población dominicana. De lo contrario, la cultura de violencia seguirá dejando muchas víctimas y mucho dolor a la nación por mucho tiempo.