Después de una aplastante victoria, y a pesar de todos los intentos de destruirlo (y hasta asesinarlo), Donald Trump se convertirá en enero de 2025 en el presidente 47 de los Estados Unidos de América.
¿Qué esperar de su regreso a la Casa Blanca?
Que disminuya la invasión de inmigrantes ilegales, y aumenten las deportaciones. Esto daría un espaldarazo a todos los países afectados por este problema, muy particularmente a la República Dominicana, constantemente bombardeada con críticas de la comunidad internacional por su política migratoria hacia su vecino país.
Que disminuyan los impuestos a la clase media y a las empresas, con el consecuente estímulo para producir y emprender.
Que se reduzca el despilfarro en el gasto público y la inflación, y aumente significativamente la prosperidad. El mercado de valores comenzó desde ya a reflejar esta expectativa.
Que se terminen los enfrentamientos bélicos entre Rusia y Ucrania, y Palestina e Israel (ya surgieron indicios de esperanza en esta dirección), y las dictaduras comunistas en Latinoamérica.
Que aparezcan asperezas comerciales entre China y Estados Unidos, porque se pondrían altos aranceles a los productos chinos para proteger la industria americana. Ojalá no se cumpla esta amenaza.
Que se eliminen las censuras a la libre expresión, que tanto gustan a los demócratas y a los gigantes del social media.
Que se acabe el adoctrinamiento en las escuelas a favor de la ideología de género, el uso de pronombres ridículos y el cambio de sexo a menores de edad. (Esto último se prohibirá).
Que paguen los responsables de las absurdas y desgarradoras cuarentenas covidianas, y de la imposición de una vacuna que no inmunizó a nadie, y que encima provocó graves secuelas en muchos que cayeron en la trampa de ponérsela.
Que se le bajen las ínfulas a los alarmistas climáticos y nos ahorren las cargas impositivas y empobrecedoras que financiarían sus negocios “salvadores del planeta”.
Que se ejerza presión para que la ONU, la OMS, y tantos otros clubes de burócratas cumplan con la misión para la que fueron creados.
Que se frene la totalitaria Agenda 2030.
Que se mencione la palabra Dios y Cristo más a menudo.
Que nos deleitemos con la presencia de la primera dama más bella y elegante en la historia de los Estados Unidos, junto a una familia de ensueño.
Todo luce pues que se avecinan un descanso de mucha insensatez y decadencia en ese país, y una época de gloria en Occidente.