Al parecer ahora más que nunca la coherencia, virtud importante para los seres humanos y sobre todo para la clase política, parece escasear en estos tiempos, donde las redes sociales han provocado un cambio hasta de la forma de hablar. Hoy con un “me gusta” resolvemos todo, si estamos de acuerdo con un post de un comentario o una foto.

Y es que gracias a las propias redes sociales podemos, incluso, recordar cuando alguien ha sido coherente con lo que ha planteado a lo largo de una trayectoria, aunque sabemos que en el caso de los políticos es más relevante, porque siempre están –o por lo menos deberían estar– bajo el escrutinio público.
Dicho esto, aprovecho la noticia que saltó a las redes y se convirtió en tendencia por varios días de una dirigente importante del partido de Gobierno, para refrescar la memoria a quienes no entiendan porqué es tan importante apegarse a la coherencia.
Para muchos, Josefa Castillo había sido el ejemplo perfecto de una mujer con propósitos claros en el campo político. Una voz firme y segura con planteamientos contundentes con relación a la administración del Estado, de los derechos de los ciudadanos, esa había sido su retórica, mientras su partido estuvo en la oposición, esperando el turno que finalmente se produjo en julio del 2020.
De repente, la coherencia, que junto a la integridad y el esfuerzo corresponden a esas virtudes antiguas, pasó a ser simplemente parte de un discurso populista que busca la aprobación de todos, porque al final ella lo único que ha querido es darle un empleo a los compañeros.

El aumento de cuatro millones de pesos de la nómina de la institución que dirige lo justifica porque “esto es un cambio de gobierno, donde habían muchas personas que tenían 16-20 años sin ver a linda”.

De ser una de las políticas más admiradas, Castillo ha pasado forzosamente a una lista en la que ningún funcionario de alto perfil y con cierto nivel de integridad quisiera encabezar.
Algunos se atreven a considerar un absurdo, ser coherente en este momento, sin embargo, debe ser una de las virtudes que más se destaque de un político y más en estos tiempos, en que al parecer escasean los valores éticos y profesionales.

La firmeza de Castillo parece haber flaqueado ante el inevitable compromiso clientelar que obliga a los políticos de hoy a buscar más que un bienestar colectivo, una satisfacción personal y partidaria, recordándonos que la política sigue siendo para un grupo, el instrumento perfecto para ayudar a los míos (los compañeros del partido), olvidándose de que fueron elegidos por el voto popular, para gobernarnos a todos en igualdad de condiciones.

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