En varios artículos -que elCaribe y otros periódicos digitales publicaron- sostuve que me parecía extraño el hecho o “hallazgo” de que, de golpe por porrazo, como sociedad y clase política, hubiésemos conjurados varias falencias históricas-culturales: por ejemplo, el fantasma –o recurrencia histórica-política- de la reelección y que, según todas las encuestas, una mayoría ciudadana se había apropiado de un rechazo olímpico al fenómeno. Sin embargo, y como por arte de magia, post-discurso del Presidente declinando buscar un tercer período, una parte –significativa- de nuestra clase política (la misma que marchó, excepción la franja minoritaria-orgánica del PLD, en defensa de la Constitución bajo el predicamento de lucha “cívica-ciudadana”), ahora, tras su pedazo del otrora lienzo intocable, incluidos el PRM y el PRSC, se despacha con que podría considerar una reforma a la Constitución. Y hay que decirlo: ¡solo Hipólito Mejía, no jugó a esa farsa!
¿Qué quiere decir todo lo anterior? Sencillo, que esa pseudo-defensa de la Constitución solo tenía, en esos actores políticos, dos objetivos políticos-electorales: a) evitar la posibilidad de una repostulacion –o siquiera rehabilitación- del Presidente Danilo Medina; y b) hacer proselitismo político-electoral disfrazado de lucha “cívica-ciudadana”; pero además, inducir una percepción “ciudadana”, que era -¡y es!- ficticia-coyuntural, sobre un fenómeno histórico-estructural (caudillismo-continuismo) que solo se conjura vía un gran consenso nacional de todos los actores políticos, fácticos y sociedad civil organizada. Y eso bien que lo saben (y lo sabían) esos actores políticos y periodísticos-mediáticos- de convicción democrática de hojalata.
Y fueron tan obtusos en llevar a cabo su libreto que ni siquiera, para tapar las apariencias y su desnudez de ahora, consideraron la posibilidad de rehabilitar al Presidente; no digamos para su repostulación. Y nos preguntamos: ¿cuál fue la lógica política-estratégica-electoral que primó ahí –al menos, de la franja minoritaria-orgánica del PLD que fue parte activa de eso? Porque de la oposición y su periferia periodística-mediática no se podía esperar otra cosa; pues, ¿a quién que le fabriquen “tendencias”-perceptivas y escenario no lo aprovecha?
De todos modos, sea para ahora o para después -de mayo-20-, si se concretiza lo de una reforma constitucional, ojalá que, esta vez, como propuso Monseñor Jesús Castro Marte –Obispo auxiliar de Santo Domingo-, alcancemos un “gran pacto democrático” y, de paso, desterrar –de la política- a los que el extinto y agudo periodista Aristófanes Urbáez llamó “teatrero”; y también, a aquellos que don Rafael Molina Morillo retrató, sin ambages, como políticos “de la secreta”. Finalmente, lo del Presidente, en pluma de ganso, ha sido insólito, pues de prefigurar lo peor “del siglo XXI”, ahora ha devenido en “su majestad” y “grandeza”. ¡Qué timbales!