En comunicación política existen dos importantes conceptos, radicalmente opuestos, relativos a los cambios en la intención de voto en función de los datos reflejados por los instrumentos de medición: El efecto “bandwagon” y el efecto “underdog”.
“Bandwagon” es un efecto de arrastre en el que las personas se inclinan a sumarse al “voto ganador”, aunque ello signifique cambiar la posición inicial para votar por el candidato con mayores posibilidades de ganar. Este efecto es muy común en AméricaLatina y por ello se producen las guerras de encuestas previas a las contiendas electorales y los equipos de campaña se enfocan en mercadear a su candidato como el mejor posicionado, aunque en la práctica quizás no lo sea, para crear con ello una percepción que genere el arrastre citado.
En Estados Unidos, sin embargo, la historia ha mostrado, como el caso emblemático de Harry Truman en las sorpresivas elecciones de 1948, que elefecto underdog puede tener más peso y ser más efectivo en lograr el resultado deseado. Se trata de la solidaridad con el más débil, con el que las encuestas evidencian que está en desventaja y por ende despierta cierta simpatía de la gente.
Lo mismo pasó en las últimas elecciones estadounidenses, pues el equipo de campaña de Hillary Clinton cometió el grave error de convertir a Donald Trump en un “perro rezagado” u “underdog,” con un discurso que constantemente reafirmaba el primer lugar y con mucho dinero invertido en ataques que se tradujeron en una especie de “bullying”, y el equipo de Trump fue muy hábil en aprovechar esto para potenciar al máximo el efecto “underdog”, utilizando un discurso de derrota y evidenciando que era adversado por Hillary, por el Gobierno, por los medios, por la comunidad internacional y hasta por su propio partido, para de esta forma crear empatía.
El “todos contra Trump” terminó logrando el efecto contrario al que pretendían aquellos que lo crearon: Estimular en el pueblo un sentimiento de solidaridad con el que está siendo atacado. Y sin dudas funcionó, pues hoy Donald Trump, quien días antes de las elecciones aparecía en un claro segundo lugar en las principales encuestas y al que la mayoría de los analistas daban por perdido, es el Presidente de los Estados Unidos.
Lo sucedido puede enseñar importantes lecciones de estrategia, siendo la esencial que hay que tener cuidado con el triunfalismo exagerado y abrumador pues puede resultar contraproducente.