Recién terminamos las Navidades, época en la que celebramos la buena noticia del nacimiento de Jesús. En esta época algunos resaltamos y nos deseamos de modo especial valores y virtudes como paz, esperanza, solidaridad, como si quisiéramos dejar atrás diferencias y malos sentimientos para comenzar un nuevo capítulo, siendo una mejor versión de nosotros mismos.
Ahora nos acercamos al final de año y es propicia la ocasión para pasar balance y vislumbrar las perspectivas sobre el nuevo año.
El coronavirus nos trastornó y nos sigue trastornando la vida en todos los ámbitos: sanitario, económico, educativo, social. Al día de hoy, nos arropa de nuevo la incertidumbre de una nueva variante, que, aunque aparenta provocar síntomas leves, ya ha ocasionado suspensión de vuelos, contagios en cruceros, planes trastornados y ojalá no se alargue mucho más la lista.
No obstante, terminamos un dos mil veinte y uno con niveles de crecimiento económico que a principios de año no se hubieran esperado. El empleo ha vuelto prácticamente a niveles prepandemia y el turismo ha renovado su participación en el producto interno bruto.
Muchos valoramos el giro que ha habido en la justicia dominicana. Esperamos que, a lo largo del próximo año, los casos pendientes de ser judicializados se desarrollen con la transparencia esperada y que este nuevo accionar sea la base del establecimiento de un sistema judicial sólido y creíble, indispensable para impulsar el país por el camino que conduce a la institucionalización y al crecimiento económico y social.
Parecería que empieza a ceder la crisis mundial de producción y comercialización de muchos productos, debido a la escasez de materias primas y las interrupciones en las cadenas de suministro, lo que augura un alivio en los niveles de inflación de productos importados.
El gobierno tomó la decisión, muy atinada, de no llevar a cabo este año la reforma fiscal que algunos esperaban. Es probable que los ingresos que aporta la Dirección General de Aduanas disminuyan debido a una eventual caída en los precios de los fletes y de los productos. Pero, por otra parte, los ingresos de la Dirección de Impuestos Internos podrían incrementarse, fruto de las altas ventas y beneficios que muchas de las empresas han registrado durante el presente periodo fiscal.
Nubes negras siguen sobre nuestro país vecino, que continúa sumido en una crisis económica y política sin precedentes, ante la indiferencia de la comunidad internacional. Nadie parece interesado, a pesar de los muchos llamados a tender una mano a una nación controlada por el narcotráfico, en la que secuestros y asesinatos son frecuentes y llegaron a costarle la vida a su mandatario, quien aparentemente tenía intenciones de enfrentar los grupos armados causantes del caos. Es de interés nacional seguir monitoreando esta situación.
El entorno latinoamericano no deja de ser preocupante. En Chile, sale electo presidente un joven que manifiesta impulsos totalitarios, que previsiblemente, al igual que otros en el área, tratará de cambiar la constitución para perpetuarse en el poder.
Venezuela, todo un caso de estudio universitario, siendo un país inmensamente rico, se halla ahora en la quiebra, con niveles de inflación jamás soñados. Esta situación se ha disimulado con la ilusión de supermercados y tiendas repletos de mercancías, accesibles solamente a los nuevos boliburgueses, quienes necesitan invertir sus recursos de dudosa procedencia, que en algún momento les pudieran ser confiscados. Las recientes elecciones fueron ganadas por la dictadura, aunque el conteo numérico demuestra que la mayoría está deseosa de un cambio, el cual no se logró debido a la falta de unidad entre los partidos de oposición.
En Nicaragua, el presidente Ortega muestra el mismo deseo de perpetuidad en el poder. Ha llevado a prisión a todo el que se le oponga, llegando incluso al cierre de medios de comunicación.
En El Salvador, un joven muy dado a los tweets, también apegado al poder, pretende cambiar el dólar, actual moneda de curso legal, por la criptomoneda, a saber a qué valor, la cual es ideal para el lavado de capitales por la falta de controles que tiene una moneda de Internet.
De Cuba no hay mucho que hablar, un gobierno totalitario, sin alguien con el carisma de Fidel, sin ingresos para enfrentar sus compromisos y enfrentado a una crisis económica que afecta toda la población.
Argentina, con toda sus riquezas y recursos, atraviesa crisis tras crisis, no importa si el gobierno del momento sea de derecha o de izquierda.
Para terminar de dar un repaso por la situación internacional, no es de menos preocupación la crisis de nuestro gran vecino del norte. En medio de un clima de atropellos y luchas raciales, enfrenta dificultades económicas para cuyas soluciones no han podido ponerse de acuerdo. Parecen ignorar de momento que, como potencia mundial, es vital abocarse a un consenso, ya que de este depende no sólo su estabilidad, sino la de los países del área y en general de la economía de todo el mundo.
Indudablemente todas estas situaciones influirán en el devenir del próximo año. Pero no perdamos de vista que, en nuestro país, a pesar de sus muchas carencias, se muestran signos de esperanza. No olvidemos que el desarrollo y el crecimiento de un país depende también de las actitudes de cada uno sus ciudadanos. Mantengamos vivos, a lo largo de todo el año, los valores y cualidades que tanto proclamamos en Navidad, así como el deseo de dar lo mejor de nosotros mismos.
El papa Francisco enfatiza el valor de la solidaridad cuando dice: “La solidaridad expresa concretamente el amor por el otro, no como un sentimiento vago, sino como «determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos». La solidaridad nos ayuda a ver al otro —entendido como persona o, en sentido más amplio, como pueblo o nación— no como una estadística, o un medio para ser explotado y luego desechado cuando ya no es útil, sino como nuestro prójimo, compañero de camino, llamado a participar, como nosotros, en el banquete de la vida al que todos están invitados igualmente por Dios”.
Que, como país, a través de la solidaridad, sigamos caminando y creciendo. ¡Feliz 2022!