Días antes de terminar el 2019, las redes sociales recogieron declaraciones y mensajes de políticos, intelectuales y economistas que presagiaban para el 2020 un cambio en el modelo. Los economistas, cuando observamos esos deseos y promesas, por alguna razón asumimos que los proponentes se refieren al modelo o estrategia de crecimiento y desarrollo económico que se ha estado ejecutando. Reconozco, por tanto, que puedo estar malinterpretando el mensaje.
Si se desea o promete cambiar el modelo es porque el vigente ha fracasado y debe ser sustituido por otro. Veamos los resultados del modelo durante los últimos siete años. El crecimiento real promedio del PIB ha sido de 6.0% por año, el más elevado de toda la América Latina y el Caribe. La inflación anual promedio ha sido de 2.4%, una de las más bajas de toda la región. El Foro Económico Mundial, en su reporte de Competitividad Global del 2019, colocó a la República Dominicana en la posición 1 entre 141 países, en el ranking mundial de Estabilidad Macroeconómica. Un manejo fiscal más responsable y un efectivo esquema de meta inflación adoptado por el Banco Central (BC) se han combinado para producir este resultado.
El modelo ha generado 831,725 nuevos empleos entre octubre del 2012 y junio del 2019, a razón de 10,400 nuevos empleos por mes. Nunca antes en la historia económica de la nación se habían generado tantos empleos en tan poco tiempo. Esta fuerte creación de empleos no fue estimulada por una baja en el salario real. Todo lo contrario. Entre agosto del 2012 y noviembre del 2019, el salario mínimo real registró un aumento acumulado de 45.3%, el más elevado que ha tenido lugar en la historia económica dominicana en un período de poco más de 7 años.
El modelo que algunos desean cambiar es responsable de que la pobreza se haya reducido desde 42.2% en septiembre del 2012 a 21.0% en septiembre del 2019. En otras palabras, en 7 años, el modelo ha reducido en la pobreza a la mitad de la que heredó en septiembre del 2012. Nunca antes en la historia de la nación se había producido una reducción tan marcada en los niveles de pobreza.
El modelo es responsable también de que el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos se haya reducido desde 6.4% del PIB en el 2012 a 1.6% en el 2019 y que las reservas internacionales netas del BC hayan aumentado de US$3,245 millones en agosto del 2012 a US$8,320 millones a final de diciembre del 2019. Además, ha dado lugar a una depreciación anual promedio de 4.3%, convirtiendo al peso dominicano en una de las monedas más estables y predecibles de la región.
También es el culpable de que 120,032 dominicanos hayan recibido 30,008 títulos de propiedad distribuidos en 15 provincias, con lo cual el modelo ha dado vida a lo que Hernando De Soto denomina capital muerto. La resucitación de ese capital permitirá a los beneficiarios, en su mayoría pertenecientes a los quintiles de más bajos ingresos, utilizarlo como garantía para obtener financiamientos a tasas de interés más bajas.
El modelo tiene la culpa también de haberle quitado tiempo a la Presidencia para escuchar semanalmente las preguntas y críticas de periodistas que entienden que ellos, y no la gente, deben ser los primeros en ser recibidos y escuchados por el Presidente. El modelo adoptado y que se desea cambiar, ha trasladado el Palacio Nacional durante 278 domingos, a todos los rincones del país en el marco del programa de inclusión económica denominado “Visitas Sorpresa”, en las cuáles el Presidente ha dedicado más de 1,500 horas a escuchar las necesidades de más de 100,000 productores y familias de bajos niveles de ingresos, a quienes luego ha apoyado con financiamientos a bajas tasas de interés y donaciones de equipos y obras de infraestructuras en 2,178 proyectos, con desembolsos a la fecha ascendentes a RD$47,700 millones.
El modelo ha provocado también la construcción de 1,311 nuevas escuelas con más de 22,000 nuevos espacios escolares, en su mayoría aulas. También de la construcción, reconstrucción, remodelación y equipamiento de 42 hospitales y 40 centros de diagnóstico de atención primaria. A eso debemos añadir que el modelo es el responsable del ingreso, en apenas 7 años, de 3.1 millones de dominicanos al Seguro Familiar de Salud, lo que ha permitido aumentar la cobertura desde el 51.6% de la población en el 2012 a 78.1% a octubre de 2019. Es culpable también de la llegada al país del Sistema Nacional de Atención a Emergencias y Seguridad (911), el cual opera en 15 provincias y ha atendido, desde su inicio, 3,500,000 casos de emergencias.
A todo lo anterior debemos agregar que el modelo ejecutado es culpable de que la tasa de homicidios por cada 100,000 habitantes haya caído desde 23.4 en el 2012 a 9.6 en el 2019, una reducción de casi 60%. Debemos mejorar más. No olvidemos, sin embargo, que Latinoamérica es reconocida por su elevada violencia. Si tiene dudas, observe como compara nuestro índice de homicidios de 9.6 con el 51 de El Salvador, 40 de Honduras, 26 de México, 25 de Colombia, 22 de Guatemala, 12 de Costa Rica, 11 de Uruguay y 10 de Panamá en el 2018.
Los proponentes del cambio del modelo indican que este ha profundizado la inequidad distributiva. Esa afirmación es falsa. Mientras el coeficiente de Gini en el 2012 era de 0.487, en el 2018 se redujo a 0.439, mostrando una mejoría considerable en la equidad distributiva. El Gini que se calcula en República Dominicana es del denominado Gini excluyendo los efectos ex-post de los impuestos pagados y el gasto público recibido en forma de transferencias por cada quintil de ingreso. El día que aquí calculemos el Gini incluyendo el efecto de los impuestos pagados y las transferencias recibidas, el coeficiente sería más bajo y mostraría que, en realidad, tenemos una mejor equidad distributiva.
¿Cómo compara nuestro Gini con el de Dinamarca, Suecia y Noruega, países tildados como l paraísos de la equidad distributiva? Los coeficientes de Gini de esos países, excluyendo el efecto de los impuestos pagados y las transferencias recibidas por los hogares de cada quintil de ingreso, fueron de 0.447, 0.434 y 0.429 en el 2017. Observe bien los resultados y se dará cuenta que son similares al 0.439 de República Dominicana en el 2018.
Entonces, ¿por qué nos alarmamos por la “inequidad distributiva” existente en nuestro país? La respuesta es sencilla. En Dinamarca, Suecia y Noruega, una vez se incluye el efecto de los impuestos pagados y las transferencias recibidas, el Gini se reduce dramáticamente, cayendo a 0.261, 0.282 y 0.262, respectivamente. ¿Cómo lo han logrado? Con un modelo económico basado en un Estado de Bienestar (“Welfare state”) donde los ingresos del Gobierno equivalen a 53%, 50% y 64% del PIB y el gasto público 51%, 48% y 56% del PIB, respectivamente. Visto el tamaño de los Estados escandinavos, no se que opinarán los economistas locales que postulan que el déficit y el endeudamiento público lo resolverán contrayendo el gasto público desde 16.5% al 14.2% del PIB que representan los ingresos del gobierno. ¿Podemos generar los Gini post impuestos y transferencias de los países escandinavos con ingresos fiscales y gastos públicos equivalentes a la cuarta parte y a menos de la tercera parte, respectivamente, de los prevalecientes en los países escandinavos? No, no es posible.
Si deseamos alcanzar los Gini vikingos, entonces ya sabemos lo que debe ajustarse en el modelo económico para avanzar más rápidamente hacia una sociedad con mejor equidad distributiva y claro, con menor ritmo de endeudamiento. Si quieren los Gini de Dinamarca, Suecia y Noruega, apunten que, en esos tres países, la tasa del IVA (Itbis) es 25%, el impuesto marginal máximo sobre la renta de las personas físicas es de 57%, el impuesto corporativo es de 22% (21.4% en el caso de Suecia) y las exenciones e incentivos tributarios sectoriales brillan por su ausencia.
Cuando los pueblos quieren un Estado de Bienestar pagando pocos impuestos, la única respuesta que puede ofrecer la clase política, sin importar el partido a que pertenezca, es el endeudamiento. Si, el maldito endeudamiento que tanto placer nos da criticarlo y denostarlo. El que tenga dudas, lea el reciente anuncio del Gobierno de Piñera en Chile: para atender las crecientes demandas de mayor gasto público, en un país que cogió fuego por las 4 esquinas por el intento del Gobierno de aumentar la tarifa del Metro en 3.6%, el Ministerio de Hacienda anunció que emitirá US$8,700 millones de bonos y que la deuda gubernamental pasará de 28% del PIB este año a 38% en el 2024. ¿Comprenden?
Dos recomendaciones finales. Primero, los bancos de inversión y los tenedores de bonos globales están tomando nota de todo lo que dicen los miembros del equipo económico actual y los que aspiran a sucederlo. Seamos prudentes y cuidadosos. Reconozco que es políticamente incorrecto hablar de reforma tributaria. Pero no nos coloquemos en la frente la etiqueta de ignorantes, que es lo que hacemos cuando planteamos que para cerrar el déficit fiscal -el ajuste que requiere el modelo-, reduciremos el gasto público. Y segundo, no digamos que vamos a cambiar el modelo. Evitemos lucir como payasos.