El actual gobierno que logró su triunfo, en parte, a una bien orquestada estrategia política-periodística -casi toda su oposición política la llevó a cabo su periferia mediática e intelectual y una otrora incisiva senadora que ya casi ni se oye- que a su vez se montó en una ola ciudadana que compró la narrativa del Cambio -Vengoechea- y una Marcha Verde que devino en movimiento político-electoral y cuyos conspicuos auspiciadores-promotores (en expresión de un hartazgo social: sociedad civil, clase media y figuras de la farándula), en mayoría, son funcionarios hoy día; y los que no están ahogados en publicidad estatal o haciendo oposición, no pocas veces, más dura y abierta que, incluso, la misma oposición -a excepción, por supuesto, del dirigente perremeísta Ramón Alburquerque-. Una simbiosis o amalgama difícil de conciliar, y más cuando se procura una repostulación.
Súmele al cuadro anterior, la crisis inflacionaria global, los casos de corrupción -un fenómeno sistémico-estructural y cultural-, extradición, por acusación de narcotráfico y lavado de activo, de legisladores, sometimientos y denuncias de “acoso laboral”, improvisaciones en la gestión pública y el hecho, innegable, de que se gobierna atentos a redes sociales y a un discurso anticorrupción -ya menguado-, y una justicia “independiente” contradictoriamente pendiente de una reforma; sobre todo, del ministerio público, para que sea independiente. !Qué paradoja!
Sin embargo, lo cierto es que el actual cuatrienio casi se ha ido: en lucha anticorrupción, imponderables -crisis inflacionaria, empréstitos y atención a la reacción-crítica ciudadana expresada en las redes sociales- y una rabiosa oposición-critica de dirigentes del mismo partido de gobierno (con énfasis en su orientación oligárquica) que, en múltiples ocasiones, ha dejado atónito a gobierno y oposición.
Visto así, este gobierno ha sido un gobierno raro: las causas que lo llevaron al poder (una ola mediática y un hartazgo social), prácticamente, son las mismas que amenazan desalojarlo. Y para colmo, el próximo año, por ley, es antesala de elecciones..
Por tanto, hay que apurar el paso -digo yo-, sino, se irá como agua de borrajas… (y con el agravante -histórico- de que toda reelección trae consigo sus bemoles). Difícil, ¿no?
Eso sí, y hay que reconocerlo, el actual presidente ha sentado un precedente positivo y loable: ha sido capaz de rectificar errores (¡una rareza plausible!).